viernes, 21 de octubre de 2011

Son demonios tus ojos




"Son demonios tus ojos. Con los que escribes."

Eso decía el parco mensaje de Facebook. Y nada más.

No conocía al destinatario. Un comunicado extraño. Un nombre ajeno. El rostro de un tío. Uno cualquiera. Uno hueco. Sintético: glacial. Transmisor de un invierno interminable, azul polietileno. Pasado ónice, menfita, ágata: corazón exprimido. Tal vez fuera un maricón, se dijo. Tal vez fantasee con que nos hagamos pajas algún día el uno al otro, junto al fuego, sobre una tupida alfombra de pelo, en alguna casa rural con encanto neutrino. Pajas laxas. Repletas de cariño. En una postal de ensueño mientras afuera nieva y escarban los animalillos: mientras son devorados. Por el frío.

Sí. Probablemente alguien que se expresara así, con poesía nauseabunda que afloraba como roña debajo de las uñas, supiera más de una anécdota con pollas que poder contar a aquellos nietos que nunca tendría.

También tenía una solicitud de amistad del desconocido.

"_____ quiere ser su amigo en Facebook".

Tal vez aquel hombre se hallaba a la espera, agazapado, como un linfoma polizonte en un vasto humor vítreo.

Tal vez fuera un asesino. Su asesino. Allanando el camino. Estableciendo vínculos. Aproximándose.

O algún admirador secreto, que lo hubiera estado cercando en la sombra. ¿Pero, admirador de qué? Había poco en él admirable. Era como tantos otros: un sacrilegio a cobro revertido. Quizás alguien que le seguía la pista por su pasado. Todos tenemos un pasado. Un pasado que se resiste a morir, como el final de un pitillo. A veces ni nosotros aceptamos que algo haya ocurrido. Pero ha ocurrido.

Son demasiadas las preguntas. Demasiado el absurdo. Demasiado pesado el interrogante cuando somos el punto. Demasiado lo que ignoramos. Demasiada la capacidad de interrogarse sin poder atisbar la sombra de una respuesta. El hombre es un náufrago en un área minúscula de isla desierta, que es lo que conoce de sí mismo.

Decidió contestar.

Nuevo mensaje para "_____":

"Serán demonios mis ojos, pero no el tercero.

Murió en mí la juntapalabría. No logré huir de mí mismo.

Mi escritura se enfangó con mi dolor, se ahogó allí mismo.

Hoy duermo sin sueños, al borde del abismo.

Con esto, no hallarás respuesta.

Yo no lo he conseguido.

Date por jodido".

Enviar.

Mensaje Enviado.

Incendio.

Retiro.

1 comentario:

  1. Es una historia original, quizás se podría desarrollar algo más algún párrafo pero logras bastante bien describir todo lo que la imaginación del prota deriva de ese mensaje tan misterioso. Lo único que me da la sensación que desde que lo pusiste has cambiado el final, me suena que se mencionaba la palabra asesino, no sé, me parecía que cerraba más el círculo de la historia, pero ya no sé si lo he leído aquí o en otro lado.

    ResponderEliminar