miércoles, 29 de junio de 2011

Miro a los hombres con traje correr

Miro a los hombres con traje correr
de un pasillo a otro, siempre con prisa,
siempre apurando los costes de beneficio
la magnitud de su tiempo útil
de ejercicio laboral.

Sus vidas ajetreadas.
Sus agendas expansivas
como mierdas escachadas,
como el corazón de sus mujeres
despedazado por el tedio,
Por la ausencia codiciosa de un subhumano
que corre como pollo sin cabeza,
sin saber a donde,
donde dicte el trabajo.

Y también el resto de carcasas,
cuerpos sin almas
ojeras profundas como océanos,
halitosis matriz de desencanto:
necesito el salario.
El corazón gris del oficinista
que se pudre en el calendario.
Gris triste, gris huero
Como sueño de presidiario.

Y también al margen
unos cuantos
que sin saber lo que buscamos
lo perdemos mientras tanto.
Yo me alineo con los cazadores de cuero,
los hombres del tiempo cuando predicen
una rugosidad variable
en el encallecido presente inmediato
nigromante nubarrón melancólico
desmadejado.

martes, 21 de junio de 2011

Carlos Barral a Vargas Llosa



Carlos Barral, en una carta a Vargas Llosa, le recomendó que su mujer bebiese "un mínimo de alcohol" durante el embarazo, porque sino corría peligro de tener un descendiente con la "codicia etílica que me caracteriza."

En la imagen, Barral, copa en mano, para variar. Todo un tipo.

domingo, 19 de junio de 2011

Bloc Party - Signs



Two ravens in the old oak tree
And one for you and one for me
And bluebells in the late December
I see signs now all the time

The last time we slept together
There was something that was not there
You never wanted to alarm me
But I’m the one that’s drowning now

I could sleep forever these days
Cause in my dreams I see you again
But this time fleshed out fuller faced
In your confirmation dress

It was so like you to visit me
To let me know you were okay
It was so like you to visit me
You always worried about someone else

At your funeral I was so upset
So, so upset
In your life you were larger than this
Statue statuesque

I see signs now all the time
That youre not dead, youre sleeping
I believe in anything
That brings you back home to me

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Dos cuervos en el Viejo roble
Uno para ti y uno para mi
Jacintos silvestres a finales de diciembre
Ahora veo signos todo el tiempo

La ultima vez dormimos juntos
Había algo que faltaba allí
Tu nunca quisite alarmarme
Pero soy el único que se ahoga ahora

Podría dormir por siempre estos días
Porque en mis sueño te veo otra vez
Pero esta ves se descarnaron nuestras caras
En tu vestido de confirmación

Era como si me visitaras
Dejarme saber que estabas bien
Era como si me visitaras
Siempre te preocupaste por alguien mas

En tu funeral estaba tan alterado
Muy, muy alterado
En tu vida fuiste mas grande que esto
Estatua escultural

Ahora veo signos todo el tiempo
Que no estas muerta, estas durmiendo
Creo en cualquier cosa
Que te devuelva a casa conmigo

viernes, 17 de junio de 2011

Romper corazones es un oficio triste






Mientras ella lloraba al otro lado del teléfono, yo cada vez me iba sintiendo peor. No es algo agradable. Pensaba en un poco de todo. Pensaba que me estaba convirtiendo en un cabrón con los años, sin proponérmelo específicamente. Pensaba que cada vez empatizaba menos con la especie humana. Que carecía de sentimientos o de un mínimo residuo de ellos, si es que alguna vez los tuve. Me notaba como de hielo. No sé, como una especie de robot despiadado que va a lo suyo y no tuerce el gesto por nada. El amor me parecía un ente extraño. El entendimiento con otra persona algo circunstancial y pasajero. La amistad un vinculo más endeble de lo que la gente estaba dispuesta a aceptar, y en todo caso, en constante cambio. El Amor. El Amor así, en mayúsculas. Suena bonito pero parece un poco publicidad engañosa. Como las fotos de las hamburgueserías. ¿Big Mac? No me jodas. ¿Si eso es “big” para vosotros, cómo coño sería el tamaño de una hamburguesa small? Porque el amor es como esa foto. El amor verdadero pone "Big Love", con mayúsculas, pero no lo es tanto. O no es tan frecuente, o tan alcanzable, o tan realista en cuanto al tamaño. Es una foto retocada. Una imagen sobredimensionada, alojada certeramente en nuestros cerebros. Desde pequeños nos ponen esas películas donde se aman tanto. Nos enseñan que lo normal es que mamá y papá se quieran. Que hay que cuidar a las niñas. Incluso quererlas. Primeras novias en la guardería o en el cole. Cogidos de la mano. Sintiendo. Pero eso no es así. Al menos no es exactamente así. La gente puede amarse mucho, pero también se odia. Papá grita a mamá. Mamá grita a papá. Los dos se hacen infelices, de cuando en cuando. La novia del cole te ha dejado por ese otro niño más guapo. O más popular. O más afortunado. Para entendernos, te venden el enamoramiento como “I want you back”, de los Jackson Five. Todo alegría y luminosidad. Todo facilidades. Y es verdad que hay algo de eso. Pero es sólo al principio y dura muy poco, joder. A veces no compensa. Muchas veces, de hecho. En unos pocos meses todo se asemeja más a un rollo “Close To You (They long to be)” de The Carpenters. Es una canción un poco cursi, pero al mismo tiempo melancólica y cuando terminas de escucharla se te queda como mal cuerpo. Pues a mí el amor, pasados los primeros meses, me inspira más eso. Y empiezo a cansarme. Puede que muchos años de putadas, desengaños, heridas y broncas bizantinas no te hagan más fuerte, pero dan cierta perspectiva. No te vuelves más sabio pero empieza a soplártela todo cada vez un poquito más. Las cosas no te afectan igual. No pueden afectarte igual. Si con los años no acabas generando cierto escudo, cierta corteza, cierto endurecimiento frente a la agresión externa, todo esto sería a todas luces insoportable. Nos vendríamos abajo. Además, siempre hay alguien dispuesto a joderte, a pisarte la cabeza, incluso sin querer, si con eso puede subir él unos centímetros. No es personal. Es cuestión de indiferencia por lo tuyo y preponderancia de lo suyo. Todo el mundo está en tu contra desde el momento en que limitas su parcela para el egoísmo. Para ir a lo suyo. Tu enemigo está en todas partes. Tal vez no te hayas fijado. Pueden ser tus compañeros de trabajo. Tu jefe por supuesto. El tipo del metro que quiere ese asiento que se acaba de quedar vacío frente a vosotros dos. El cabrón que se cuela en la cola para entrar al garito cuando tú llevabas media puta hora allí y se te estaba pasando el pedo. Esa novia que tanto dice que te quiere y que te está convirtiendo en su jodido perrito faldero. Tu amigo que te dice que cómo no vas a quedar con él con la depresión que tiene porque le ha dejado la novia. El mismo cabrón al que no viste en meses porque estaba todo el puto día abducido por esa misma novia.

Yo la escuchaba sollozando al otro lado, sorbiendo entrecortada, como una niña que se hostia jugando a la comba. Y me daba mucha pena, claro. Te dan ganas de volverlo a intentar. Otra vez. Y otra más. Eternamente. Hasta que resulte. Porque es horrible ver cómo destrozas a alguien a quien supuestamente quieres. Pero quererse es aprender a hacerse daño consensuadamente. Quererse es una puta mierda. Como una horrible dupla poli bueno-poli malo con alguien a quien se la metes regularmente. Algo grotesco. Tragicómico. Pero se supone que tiene parte buena, ¿no? Si no, la gente no lo haría. En su lugar se irían de putas o de putos, se la cortarían, o se sellarían el coño con nailon o venderían suplementos de bromuro para aderezar las comidas. Imagínate.

– ¡Camarero! Buenas tardes. De primero tomaré ensalada mixta.
– Muy bien. ¿Aliño?
– Sal, pimienta, aceite, vinagre y bromuro en polvo, por favor.

No sé. El amor es algo retorcido. Ver cómo alguien se degrada, cómo lucha por conservar algo que le ha llevado mucho tiempo edificar. Ver cómo tú te degradas. Siempre se piensa en reparar el edificio. En salvar los muebles. En salvar lo que sea. Por mero sentido de la coherencia. Pero el amor no es una construcción coherente. Es una insensatez emocionante asentada en el vacío. A veces no se quiere aceptar que el estado de derribo existe, acontece. De hecho acaba llegando muy frecuentemente y no entiende de demoras, de reformas estructurales. Se va todo a la mierda y punto. Porque es lo que tiene que pasar. Porque es mejor así. Porque todo degenera, con el tiempo. Lo primero, nosotros mismos. La historia de la humanidad es la historia de una decadencia compartida, imparable, cíclica y contundente como un mazazo en los huevos de la ilusión por lo imposible.

Romper corazones es un oficio triste. Pero tarde o temprano, lo acabamos desempeñando todos. Aunque no queramos. No se necesita ninguna aptitud especial para estar con una mujer. Cualquier imbécil lo consigue, tarde o temprano. Pero ser capaz de abandonar a una solo está al alcance de unos pocos hombres de verdad. Supongo que por eso siempre me acaban dejando. No sé estar a la altura de las circunstancias.

Al otro lado del cable una voz tembló. Luego transitó del desconsuelo a la ira. Se desahogó rebotando sus ondas contra mi tapiado oído, avejentado a base de filtrar podredumbre y tristeza interminables. Luego poco a poco los silencios se fueron alargando, dando paso a una soledad demasiado ruidosa. El aguacero amainó pero eran demasiados los destrozos. Demasiado el absurdo de la claridad. Demasiada la melancolía que vertemos en las grietas de este mundo sin sentido.

Después, se cortó el hilo.

miércoles, 15 de junio de 2011

La poesía, señor hidalgo





"Con este pisapapeles de carne, voy a aplicar mi papel secante a tu coño supurante."

"Con tuneladora venosa mediante, quiero horadar tu fosa, por detrás y por delante."

"Con mi apisonadora de cemento quiero alisar los pliegues de tu insaciable coño hambriento."


Y así ad eternum. ¡Ah! ¡La poesía, señor hidalgo! Jajaja. Quiero decir, que se me ocurren diez mil millones de frases guarras con una pizquita de imaginación y humor. Las habrá peores y las habrá mejores, naturalmente, y yo casi nunca me percato de lo sutil, de lo que cuenta. De cuándo acierto más y cuándo la cago menos. Yo suelto una frase tras otra por la coctelera de mi caótico torno fresador mental y luego hago recuento de víctimas, heridos y represaliados en su buen gusto por culpa de los daños colaverbales que ocasiono. Pero a la sazón, creo. Me aposento en la creación, en la esfera imaginativa, o al menos en sus alrededores. Una habitación (mental) con vistas. Me afano en remover cosas, rebuscar ideas, palabrismo cuasi inútil. Para bien o para mal intento exprimir la naranja del ingenio, unas veces con suerte y otras con pérdidas irreparables de pegada, reputación (ya de por sí escasa) o lo que cojones sea que entréis a valorar.

A estas alturas perorativas podríais preguntaros, ¿por qué cojones está contando esto el mindundi? Pues porque casualmente, hurgando en la red a la busca de savia nueva con que irrigar el árbol viejo de mi amor por Henry Miller, he dado con algunos relatos eróticos de autoproclamados escritores, aunque más bien eran columnistas en periódicos gratuitos de dudosa enjundia. Últimamente, estos medran de la nada, como líquenes en el lado romo de un pedrolo. Y, qué leches, está bien que todo dios escriba. Que la gente se ponga a prueba. A ver de qué se es capaz. A ver qué sale. Cuantos más, mejor. Algo de aceite habrá y terminará aflorando a la superficie, dejando abajo a la inmundicia, de mayor densidad. Bueno, pues eso, a propósito de Henry leía un relato erótico de un tipo columnista, y el relato no estaba mal. Tenía sus ingredientes necesarios, a saber, morbo, violencia, irreverencia, inmediatez, descaro. Bueno, esas cosas, nunca he sido un adjetivista. El caso es que al rato de leer, una sensación ingrata cala en el paladar del ojo lector. Da un poco la sensación de que el escribiente en cuestión es más un periodista que otra cosa. Un amanuense que refiere unos hechos con bastante poca parábola literiaria. Digamos que radiografía unos hechos y pensamientos asociados a los mismos de un modo escueto y telegramático. Ni atisbo de pensamiento alambicado o reflexión post “aquí te pillo, aquí te meto”. Aquí uno se acuerda de aquel “there must be something more than this” de… ¿Frank Zappa? Bueno, no me acuerdo, mirad la Wikipedia si sois fanáticos de la exactitud documental: a mí me la raspa. Yo he venido aquí a hablar de mi libro.

Ya me salgo del relato del tipo este que no viene al caso. Mi reflexión incide sobre otros derroteros. Leyendo aquello pensaba yo en la llamada generación perdida americana, ya sabéis, estos literatos que se cagaron en los estamentos, las formas, los estilos literarios y se dedicaron a vivir, a follar y a ponerlo por escrito como buenamente pudieron o quisieron. Hago especial mención a Bukowski, un referente tan sobado que ya huele un poco. Yo soy el primero que acabo aborreciendo reconocer parte de él en mí. En mi prosa, más bien. (Yo soy infinitamente más apuesto y galante. No es mi uso llevar la pechera sempiternamente manchada de vino y tristeza). Pero el hecho es que la aportación del viejo Buk a la renovación de los anquilosados márgenes literarios de su época a mí me parece capital. No fue únicamente obra suya, como es natural, pero él es un buen ejemplo de lo que luego tanta gente no solo tomó como referencia, sino que con mayor o menor descaro, copió descaradamente, cagándose en su estilo propio o pretensiones de originalidad. Y aquí está lo que pienso. Pienso que Bukowski tuvo la grandísima virtud de dar voz a los borrachos, putas, inquilinos perpetuos del lumpen y marginados que, hasta entonces, poco palio tenían para dejarse oír rivalizando con los tornasolados escritos que trufaban el ortopédico panorama literario unímodo que tan encorsetado quedaba por los editores y encargados de contenidos de los periódicos y revistas de entonces. En definitiva, Bukowski dio voz a la calle, permitió a cualquiera que tuviera que contar algo, por poco académicas que fueran sus formas, sentir que podía existir un espacio para él. Esta contribución a cagarse en los márgenes del exclusivísimo pavimento literario ya de por sí me parece una aportación cojonuda. Aunque solo sea por la heterodoxia de criterios formales y estilísticos a la que otorgó audiencia en los canales existentes, ya debería ser tenido en cuenta como renovador del medio. Pero también esbozó la génesis de un problema en el lienzo a enguarrinar por los subsiguientes escritores neófitos. Bukowski dio voz a la calle, sí, pero la calle no siempre tiene algo interesante que decir. Es mas, yo creo que en ocasiones la situación puede llegar a rizar el rizo y dar voz y voto anómalamente a escritores que parecen más reputados por sus formas que por sus contenidos. Es decir, un tipo que abandera la provocación como estilo, que se autoproclama antisistémico y contracultural, que recurre a la expresión llana y no elude los vericuetos del tema escabroso o la forma verbal agresiva, puede llegar a labrarse una posición de privilegio por el mero hecho de escribir “así”, de ese modo. Las formas. La imagen. La estética es la llave de todo. Y si no lo es de todo, sí de muchas cosas. Me parece cojonudo que la estética sea una llave, que conste. Pero no puede ser la llave, la puerta y lo que hay detrás de la puerta. No puede configurar un todo. Además de que me mole mucho cómo escribe Pepito Pérez, lo cual ya es una ventaja porque le leo con mayor curiosidad y atención si cabe, Pepito Pérez debe contarme algo con una estructura. Debe pensar constructivamente. Al menos, conexamente. Debe querer llevarme a algún sitio. Debe tener unas ideas y confrontarlas a mí, a lo que pienso yo, a lo que soy. Debe tener MIGA. No sé cuál, pero alguna.

Y eso es lo que veo yo que falta. En muchos bloggeros que cotilleo. En textos de escritores aficionados que publican en redes sociales de escritores. En el relato erótico del columnista. En el andamiaje mental, en el ideario o en el plan maestro de nuevos, novísimos escritores que le sacan la lengua al panorama literario actual para luego, mostrarnos que, en muchos casos, tras la lengua no hay faringe, esófago, estómago. Corazón, polla, alma.

Y es jodido. No digo que no. Escribir. Escribir bien. Cuidar el estilo. Tener ideas. Verlas germinar. Madurarlas. Hacerlas constar. Estructurarlas. Hilarlas con finura. Caracterizar personajes. Volverlos creíbles, consecuentes. Verter ingenio en los planteamientos, nudos, desengaños. Yo también velo mis armas en el puesto fronterizo de la escritura. Vuestra guerra es la mía. Y sé muy bien que es difícil estar ahí. Y puedo reconocer sin arrobo que yo también he huido del frente. De muchos frentes. Que soy cobarde. Que a veces es mejor dejar de atormentarse y esperar que fluya. Muchas veces es así como funciona. Pero no todas las veces. Hay que superar el caca-culo-pedo-pisto manchego. Bukowski estaba muy bien. Está muy bien. Estamos de acuerdo. Bregamos en el mismo bando. Pero cuidado. No os confundáis. Buk era más. Muchísimo más. Ahondad en su poesía y os daréis cuenta. Era un obseso de la sencillez. Del lenguaje llano. Pero os mostraba únicamente lo que quería. La punta de su iceberg. La punta de su estilete de escribano. La punta de la polla de su alma. Por debajo había mucho más. Un mundo subterráneo que, tal vez, es el necesario. El único. El que sustenta todo. Había mucho de eso en él. Llamadle señor. Mostrad respeto.

Y es aquí donde yo quería llegar. Ahora hay muchos que escriben de puta madre (bueno, no tantos en realidad). Gente que se lo curra mucho y son realmente entretenidos. Pero qué más. Más allá de los estilos subyugantes. De las novedosas formas de encarar un texto escrito. De las tramas cuasi geniales. Más allá necesitamos alma, sustrato, contenido. Por eso me repelo el culo repasando a los clásicos. Por eso Henry Miller. Por eso Buk. Por eso Hemingway. Por eso Fitzgerald. Por eso Ginsberg, Kerouak, Burroughs y la madre que lo parió. Porque ya, salvo honrosas excepciones, no es lo mismo. Y, ojo, no necesariamente me excluyo del saco. Todos somos un poco la misma mierda. Y ahí es dónde quería ir.

La escritura es insensatez y látigo. Pensadlo.

Ahí queda eso.

Y no me extiendo más, que estoy hasta los cojones de escribir.

Himén.

martes, 14 de junio de 2011

Escribir y fracasar



Escribir

"Escribir es como la caca que se hace en sueños, una caca deliciosa, por supuesto, pero primero es la vida y luego la caca. La vida es cambio, movimiento, búsqueda... un ir hacia adelante para conocer lo desconocido, lo inesperado. Solo muy pocos hombres pueden decir de sí mismos: "¡He vivido!" Por eso tenemos libros, para que los hombres puedan vivir substitutivamente...".

Fracaso

"Yo nunca he dicho que he fracasado. Excepto para mí, quizás. ¿Cómo puede haber uno fracasado si sigue esforzándose, si sigue luchando? Quizá no logre mi propósito, quizá termine tocando el trombón. Pero si hago algo, si me dedico a algo, es porque creo en ello. No quiero ir a la deriva, prefiero hundirme luchando... ser un fracasado como tú dices. Aborrezco el hacer como todos los demás, seguir la corriente, decir que sí cuando deseo decir que no."

"No quiero decir que hay que librar una lucha insensata, que hay que hacer una resistencia insensata. Uno debe hacer un esfuerzo para llegar a aguas claras y tranquilas. Debe luchar para dejar de luchar. Uno tiene que encontrarse a sí mismo, eso es lo que quiero decir."


Henry Miller.

lunes, 13 de junio de 2011

¡Democracia irreal, ya!





En la puerta de la Carnicería Jacinto, en Viacrucete del Cuescamen, pueblo manchego de la carretera de la Coyunta, Hermenegilda explicaba alteradísima a su amiga y confidente, Sacramentera, la inquietante comunicación que había recibido esa misma semana a su móvil personal Airtel.

-¡Que no, que no! ¡Que no eran los de Vomistar ni los de Garraphone ofreciéndome hacer la portabilirrubina esa para pagar menos por las llamadas! ¡Que eran los de la CIA, que al parecer han encontrado a mi Abundio! Ya sabes, Sacra, que el pobre desapareció de la faz de la tierra hace seis años. ¡Una mañana salió a comprar pomada hemorroidal para su fístula y nunca más regresó!

-¡Ay sí, hija, no me lo recuerdes, menúa se montó en el pueblo! ¡Fíjate que lapidamos y despeñamos el cuerpo del Follacabras por el pilón pensando que él podía ser el que se lo había cargao porque cagaba rojo y pensábamos que expulsaba la sangre de tu marío! ¡Ay, que lo mismo el Follacabras decía la verdad y cagaba así por las almorranas en racimo que padecía! ¡Qué vueltas da la vida! Bueno, ¿y qué te han contao?

- Pos no te lo vas a creer. ¡Resulta que mi Abundio se ha hecho instructor terrorista desos!

-¡Pero qué me dices! ¡Me quedo muerta! ¿Y cómo es eso posible, mi arma?

-Pos al parecer, los yankis le venían siguiendo desde que su nombre se relacionó con unos campos de entrenamiento en Islamabad, en unos informes del servicio secreto. ¡Pos no me han dicho que se había hecho muyaidín! ¡Muyaidín mi Abun! Al parecer dicen que adiestraba a mártires de Alá. ¿Te puedes creer?

-¡Ay Herme, yo tampoco me lo puedo de creer! ¡Pero es que se ha vuelto el mundo loco! ¡Tu marío un entrenador de asesinos suicidas! ¿Con lo mal que tenía siempre la fístula? ¡Si le escocía siempre que iba a llover los días pares! ¿No?

-¡Ay hija, no me lo recuerdes, que me va a dar un pasmo! Mi Abundio un criminal buscado por la CIA, ¡si lo sé le echo bolas de naftalina rallada en la sopa! ¡No sé si le hubiera envenenao, pero desde luego que más tonto de lo que estaba se habría quedao! ¡Aaaay, qué sofoco! ¡Qué disgustooo! ¡Con lo que dediqué yo a él en cuerpo y alma tantos años de sacrificado matrimonio! ¡Me tenía engañada! ¡Si es que son malos toos los hombres, los rubios y los marenos!

El desconsuelo dentro del corazón de la señora Hermenegilda se hacía fuerte mientras Abundio era violentamente interrogado en la prisión de máxima inseguridad de Guantanamera (guajira).

-¡Vamos cerdo, no nos obligues a seguir torturándote, cuéntanos lo que sabes!

La masa informe y amoratada que, a aquellas alturas, eran los morros de Abundio, hicieron una especie de gárgara con la papilla de sangre, saliva y piños triturados. Luego escupió un espeso chorro escarlata. Y se dispuso a hablar:

-¡Mira mira!-dijo uno de los interrogadores-¡parece que al fin se arranca a confesar!

-¡Jajaja, claro!-afirmó el otro interrogador-¡nadie puede ocultar la verdad por mucho tiempo con nuestros efectivos métodos de confesión! ¡Avalados como los servicios secretos punteros mundiales por todos los centros de inteligencia del globo! Fíjate que hicimos confesar a Bofill que esnifaba polvos de talco para no desentonar en las fiestas de la alta sociedad, o a Yola Berrocal que era hija de Fétido Adams!

-¡Adelante, perro sumerio, confiesa todo lo que sabes sobre los cabecillas de Al Quaesimoda!

-Blup, blup, blup…-gorjeos y escupitajos. Abundio se preparaba para alzar la voz. Cogió aire con las pocas fuerzas que le quedaban y exclamó:

-¡Yo iba de peregrino y me cogiste de la manooo!

-¿Eh? ¿Se puede saber qué cojones está diciendo?-exclamó el suboficial Raborts. Las demás personas presentes en la sala se miraron extrañadas-. ¿Esa frase la ha dicho en español, no? ¡Qué musulmán más ilustrado! Debe ser algún tipo de lenguaje en clave. ¡Soldado Ramírez, usted que es latino! ¡Acérquese, que para algo le tenemos aquí, aparte de para que limpie las letrinas en su turno y amase mocos durante las guardias! ¡Intente sonsacarle para que nos permita descifrar su lenguaje cifrado! Yo aprendí castellano con las lecciones de Cómo Gorronear Finos En La Romería, de Lauren Postigo y escribiendo cincuenta veces en mi tableta de Ipad hasta memorizarla, la letra del “Lalalá(memela)” de Massiel. ¡Mis conocimientos, aunque esenciales, son limitados!

Ramírez se acercó a Abundio y siguió atentamente el discurso del triste guiñapo.

-Blup, blup…-sangre y babas. Abundio, haciendo acopio de valor, aulló de nuevo:

-¡Yo, te amo con la fuerza de los bares, yo, te amo con la fuerza de las ventosidades! ¡Yoooo...!

-¡Ramírez, rápido, rápido! ¡Descifre el mensaje y tradúzcanoslo!

-Ejem…-dijo Ramírez con gesto consternado- este hombre tiene mucha fiebre. Me parece que está delirando. Afirma cosas sin sentido. No creo que sea ningún lenguaje en calvé (mayonesa, de remolacha, que es lo que le mana de la boca)…

-¡Maldita sea Sphinters! ¡Te dije que no debíamos probar esos nuevos métodos de tortura experimentales! Habríamos podido ir a lo seguro y recurrir a la picana en los testículos y los ahogamientos en semen de jubilado. Nunca fallan. Si los infelices consiguen sobrevivir al pestuzo a pollo frito y al hipo renacuájico, confiesan hasta la última gota.

-Lo sé, Raborts, pero no por casualidad somos punteros en la obtención de confesiones. En materia de torturas debemos estar siempre al último grito, nunca mejor bicho. ¡Nada podrá detenernos en nuestra lucha contra el terrorvision!

-Estoy contigo, compañero, pero reconóceme que cualquiera que tenga que soportar, como este desgraciado, visionar en su totalidad los últimos diez certámenes de EuroRisión, incluida la entrega de premios, café, copa y puro-de-carne-que-se-fuma-de-rodillas, acaba completamente desahuciado, lo quiera o no.

-Eso tengo que aceptártelo. ¡Mira la abuela de Ramírez! Se hizo fan del certamen y al cuarto año seguido viéndolo se le disolvieron los ojos y empezó a cagar vértebras cervicales como tabas de cordero. Una pérdida irreparable. No tanto así para el tapicero del sofá y los legatarios de sus bienes.

-Nunca mejor nicho, sí. ¡Aaugh…! - profirió Raborts un bostezo paladino-. Me parece que este Abbu Mahmedd tardará un ratito en recobrar la consciencia. Pero en cuanto consigamos reanimarle aplicándole estas pinzas de crustáceo cubiertas de sal gorda en la incisión abierta que hemos practicado desde su recto a su píloro, nos contará hasta el coeficiente de curvatura del bigote de su suegra.

-¡Bien pensado! – exclamó Sphinters–. Así cantará hasta el grado de toxicidad bubónica de los pepinos E Cólicos valencianos que llevaba alojados en ese sospechosísimo canasto de verduras, probablemente con la malvada intención de propagar una plaga entre los ocasionales turistas playeros americanos que pidieran ensalada de acompañamiento en sus infumables platos combinados. Y si sigue sin poder justificar el nexo de unión entre su evidente origen afgano y el hecho de que fuera detenido cuando se ocultaba de incógnito en un bingo de playa en Benidorm, ¡pensaremos nuevas formas de obtención ilegal de pruebas! O nos los cargamos aquí, o que se pierdan en la multitud. Total, luego con encasquetárselo a cualquier país aliado como hemos hecho ya con unos cuantos, asunto resuelto.

En ese momento, Ramírez, soldado raso, que había estado escuchando a los dos interrogadores, interrumpe el diálogo visiblemente alarmado.

-¡Esperen, esperen, señores suboficiales, me estoy dando cuenta de que aquí algo no va bien! ¡Debió de cometerse algún tipo de error comparando los datos de este reo! Cotejando su identificación con lo que pone en la ficha, los datos no concuerdan. ¡En su tarjeta identificativa pone que se llama “Abundio Manuel”!

- ¿Abundio Manuel? Bah, seguro que es algún tipo de identificación falsa. Todos lo hacen. Además, dos espías infiltrados en el Bingo Torreconejos de Follaprieto, prestaron declaración bajo juramento, afirmando que pudieron escuchar clara y nítidamente cómo el septuagenario borracho de la silla de al lado (posible hombre en la sombra y correo encubierto) le inquiría la frase en clave: “¡Abbu Mahmedd, pídeme otdo dín dónic!”-protestó Sphinters.

-¡Claro que sí!-espetó Raborts, uniéndose a la queja-¡qué más pruebas necesita de la implicación de ese hombre, soldado Ramírez! ¡No nos haga perder más el tiempo con ilógicas conjeturas!

-¡Pero tal vez pudiéramos estar hablando de distintas personas! ¡El nombre Abu Manuel es sorprendentemente parecido al del cabecilla muyaidín que andan buscando! ¿No les parece que tal vez todo pudiera haber sido producto de un desafortunado error?

-Ummhh…-los dos suboficiales murmuraban. Comenzaron a cuchichear inquietos, intentando guardar las apariencias al mismo tiempo que sopesaban y evaluaban sus propias dudas acerca del caso.

-¡No se dan cuenta!-exclamó emocionado Ramírez-¡tal vez estén cometiendo una terrible injusticia con este pobre hombre!

-¿Terrible injusticia? ¡Pero se puede saber qué clase de desacato es este!-saltó el suboficial Raborts como un resorte, sin poder soportar ya más la presión-. ¡Pero quién cojones se cree que es usted, Ramírez, para poner en duda nuestra autoridad y buen criterio! ¿Eh? ¿Acaso pretende tirar por tierra el trabajo de meses de rigurosísima investigación internacional a cargo de los servicios de espionaje por absurdas elucubraciones acerca de nombres similares que inducen a confusión? – la cara del suboficial se iba congestionando por momentos al tiempo que su cuello hinchado se remarcaba de venas retorcidas en caprichosos meandros-. ¡Pero por quién cojones nos toma Ramírez! ¡Ya hemos soportado bastante! ¡Malditos chicanos de los cojones, si es que les das una mano y te la meten por el culo con un puñado de frijoles de regalo! ¡Cuádrese ahora mismo soldado! ¡Ahora mismo le condeno a una semana en régimen de aislamiento total en el calabozo de Guantanamera (guajira)! ¡Vaya a hablar con el alférez para proceder con los términos de su arresto y desaparezca ahora mismo de mi vista, soldado! ¡Es una orden!

Ramírez, asustado, se cuadró ostensiblemente e hizo el saludo marcial, exagerando notoriamente los movimientos. Acto seguido, abandonó la estancia. Al poco de haberse marchado, los suboficiales Raborts y Sphinters se miraron. Un silencio incómodo llenaba la habitación. Sphinters carraspeó un poco y se quedó mirando al tendido. Raborts tosió de un modo un poco artificial, como queriendo aportar un matiz diferente al silencio. Irritado, tomó la palabra.

-Desde luego, estos niñatos recién llegados de la academia de reclutamiento, ¡llevan aquí dos días y ya se creen que saben más que nadie! Si no les paras los pies acaban creyéndose el jodido Colombo.

-Sí. La verdad es que cada vez llegan más asilvestrados-repuso Sphinters-. No muestran ningún respeto por los galones. Aunque… sinceramente, yo tengo que reconocer que parte de lo que decía parecía tener algún sentido, ¿no crees? Lo de la confusión de los nombres y todo eso.

-Bah, no sé. Vete tú a saber. Podría ser o podría ser que no. A veces estas cosas se deciden por detalles. ¡Pues no tenemos bastantes investigaciones en marcha como para volvernos locos dándole vueltas a la causa de uno solo de los internos! Si el tipo es inocente, al final se verá. Pero el procedimiento debe seguir su curso, y no nos corresponde a nosotros ponernos a cuestionar todo el trabajo previo de los servicios secretos. Hacen una labor de máxima exigencia y están sometidos a una enorme presión. Se merecen el mayor de los respetos. Los chicos llevan a cabo una labor encomiable.

-Estoy de acuerdo-corroboró Sphinters-. Bueno, tampoco tiene sentido darle más vueltas al asunto. ¿Para qué meter las narices y andar removiendo en asuntos ajenos a nuestra competencia, no?

-Exacto, suboficial Sphinters. Todo el personal destacado en la base militar de Guantanamera (guajira) tenemos una responsabilidad primordial con la libertad. No te olvides que somos garantes de los supremos ideales democráticos, y que aquí estamos llevando a cabo una tarea de vital importancia para servir al mundo libre. Quédese tranquilo, Sphinters, somos los buenos. A veces se cometen algunos errores, pero eso es algo consustancial al sistema. ¡Es el pequeñísimo precio que debemos pagar por garantizar la seguridad mundial! Y ahora, deje de cogérsela con papel de fumar y vayamos a tomar unas birras a la cantina. ¡Invito yo!

-¡A sus órdenes mi suboficial! ¡jajaja! –los dos hombres rompieron a reír desenfadadamente, disipando el ambiente enrarecido previo.

-¡Ah y no se te olvide dejar enchufada la picana al cargador!- recordó Raborts-. El Abbu este, o Abun, o como cojones se llame, está grogui, pero cuando se recupere, nos vamos a dejar de experimentos y le vamos a poner los cojones a temperatura de fusión del magma si es preciso hasta que le saquemos la dichosa confesión. ¡No por algo llevo cinco años destacado aquí! ¡No hay prisionero que se me resista!

Los dos hombres rieron de nuevo, satisfechos del celo y la dedicación con que desempeñaban su difícil labor de atender a los intereses de la democracia global.

Puesto el artefacto eléctrico a cargar, dejaron al interno inconsciente en su celda de máxima seguridad y marcharon a escanciarse los respectivos hígados.

Era la hora del vermut.

viernes, 3 de junio de 2011

Bogart




Cuentan que Billy Wilder le espetó a Humphrey Bogart durante el problemático rodaje de Sabrina: "Examino tu fea cara, Bogie. Miro los valles, las grietas y los hoyos de tu fea cara, y sé que en alguna parte bajo esa asquerosa cara de mierda... Hay mierda".