viernes, 30 de diciembre de 2011

El cierre húmedo de tu sexo





Pero estoy atado.
Escucho esta triste melodía
como un preso entre los barrotes de tu impasibilidad
al negarme tu imagen en la soledad de mi habitación.
Todos terminan por acostumbrarse a las dependencias vacías
del recuerdo.

Como un carroñero me aferro a lo poco que aún poseo.
Tú tendrías el pasaje a la isla desierta de mi deseo
en forma de cuerpo joven
ensortijado como una serpiente sobre un sofá de invierno.

Mientras, una diminuta cámara tortura al reo.
Mi pobre patrimonio,
un puñado de palabras que arañan la superficie de tu impasibilidad.
Posees la certeza de un poder que, de ser ejercido,
te llevará al lado oscuro de los condenados por el exceso.

Naturalmente hambriento
de imágenes más allá de la mente o los hechos.
Decirle a un sediento que bebiendo en un oasis
va a disfrutar tanto que no va a querer volver al desierto
es asesinarle despierto:
Irrigar un erial vacío
con el espejismo de lo incierto.

Podrías crear una instantánea.
Tal vez una en donde el objetivo pudiera contemplarte desde más lejos
y desdibujar tus límites, las líneas que ceden al prestigio de tu peso.
me pregunto dónde descansarán los residuos de tu belleza,
cuando terminan de elevarse hasta el firmamento de tu vientre
y el envés de tu cuerpo:
De qué modo dibuja su contorno
el cierre húmedo de tu sexo.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Amor eterno




A aquellos que creen en el "amor eterno", tal vez les sorprenda esta forma alternativa de entender dicha eternidad:

"El amor es algo que muere. Y cuando muere se pudre, pero puede servir de humus para un nuevo amor. De modo que aquel amor ya muerto continúa viviendo una vida secreta en el nuevo amor, y así nos hallamos con que el amor es inmortal."

Par Lagerkvist. El enano.

sábado, 17 de diciembre de 2011

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Algunos poemas de Philip Larkin






Pesada de flores, la cabeza

Pesada de flores, la cabeza
Para siempre en torno a una cama sin tormentas
Manos que el corazón podría gobernar
Estarán al final por oscuras manos compuestas
Cada sentido regocijado
Disperso hasta el silencio
El sol lo arrastra lejos.


Y todos nuestros recuerdos espléndidos
Escapan lejos de la inquietud de la estación
Para recostarse sobre la faz de la tierra
Que le diera nacimiento.
Como manzanas caídas, han perdido
Su dulzura al golpearse,
Y luego marchitan.


Si las manos pudiesen liberarte, corazón


Si las manos pudiesen liberarte corazón
¿Adónde volarías?
¿Lejos, lejos de todo, de toda parte
Terrestre bajo el cielo correntoso
Te volverías desolado? ¿O cruzarías
Ciudades y montañas y mares
Si las manos pudiesen liberarte?


Yo no erraría mi juicio
Mientras pudiera correr
A través de campos y socavados valles, tomar
Todas las bellezas bajo el sol
Aún en definitiva pérdida:
No encontraría ni una cama, ni un brazo tendido
Donde descansar mi cabeza.


Esta es la primera cosa



Esta es la primera cosa
que yo he entendido:
el tiempo es el eco de un hacha
en el interior de la madera


Si la pena pudiera quemarse


Si la pena pudiera quemarse
Como sumergido carbón
El corazón descansaría sosegado,
El alma desalquilada
Sería aún cual un velo;
Pero he mirado toda la noche


El fuego crecer en silencio,
La gris ceniza deshacerse:
Y avivo la obstinada piedra
Que las llamas han dejado,
Y la pena se aviva, y el sordo
Corazón queda sin fuerzas.


El Barco del Norte

He visto tres barcos navegar,
Sobre el mar, el mar que eleva,
Y el viento se alzó en el cielo de la mañana,
Y uno fue preparado para el más largo viaje.


El primer barco navegó hacia el oeste,
Sobre el mar, el correntoso mar,
Y poseído por el viento
Fue llevado hacia un rico país.


El segundo navegó hacia el este,
Sobre el mar, el falso mar,
Y el viento como a una bestia le dio caza
Para anclarlo en cautiverio.


El tercer barco viró hacia el norte
Sobre el mar, el tenebroso mar,
Pero ningún viento se adelantó
Y en su cubierta solo brillaba la escarcha.


El cielo del norte creció alto y negro
Sobre el orgulloso y estéril mar,
Del este y del oeste ambos barcos regresaron
Feliz o infelizmente:


Pero el tercer barco viajó a lo largo y lo ancho
Del mar, dentro del implacable mar
Bajo una estrella vertiente de fuego,
Y había sido preparado para el más largo viaje.




Adivinadora

Harás un largo viaje
en una extraña cama tomarás descanso,
y una muchacha morena te besará
suavemente como el pecho de un ave
que al atardecer desciende a cubrir su nido.


Ella cubrirá tu boca
Y evitará que su memoria sorprendida
Exclame, al inclinarse su rostro,
Es el mismo, quien murió hace ya mucho tiempo
Bajo un nombre distinto.


Ignorancia

Extraño no saber nada, nunca estar seguro
De qué es verdad o correcto o real,
Pero forzado a calificar o siento que
O Bueno, parece
Alguien debe saber.


Es extraño ignorar la forma en que las cosas funcionan
Sus habilidades para encontrar lo que ellos necesitan,
Su sentido de la forma, la puntual semilla esparcida
Y la voluntad de cambio;
Sí, es extraño,


Incluso usar ese conocimiento - para nuestra carne
Que nos rodea con nuestras propias decisiones-
Y todavía gastar toda nuestra vida en imprecisiones,
Por ello que cuando comenzamos a morir
No tenemos idea del porqué.


Esperando el desayuno, mientras ella peina su cabellera


Esperando el desayuno, mientras ella peina su cabellera,
Dí una mirada al estacionamiento vacío del hotel
Alguna vez pensado para micros. El empedrado estaba húmedo
Pero no reflejaba luz hacia el cargado cielo
Hundido de nieblas hasta los techos.
Desagotes y chimeneas trepaban
Por encima de las habitaciones quemando sus luces eléctricas:
Pensé: mañana sin rasgos, noche sin rasgos.


Equívoco: por qué las piedras dormían, y la niebla
Vagaba absuelta después de todo cuanto rodeaba
Aún meciendose como un detenido aliento; las luces la quemaban,
Como espuelas de una excitación ininterrumpida; del otro lado del vidrio
El frasco descolorido del día se derramaba dolorosamente
Mi mundo de vuelta después de un año, mi perdido perdido mundo
Como un reno extraviado pastando ante mi camino otra vez
Alerta ante la menor garra de la mente. Me volví, la besé,
Es fácil a la pura alegría revertir el balance por el amor.


Pero, una frágil visita, en barbecho,
Como un reno, como un campo aún salvaje y no forzado,
¿Cómo me tendrías? Hacia tu gracia
Mis promesas se encuentran y se cierran y corren como ríos
Pero sólo cuando quieras. ¿ Acaso estás celosa de ella ?
¿ Te negarías a verme hasta que yo la haya expulsado a ella
Terriblemente fuera de mí, con su viva importancia
En parte inválida, en parte bebé, en parte santa ?




Llévese uno para los chicos




Sobre una escasa paja artificial, iluminados entre paredes de vidrio
Acurrucados contra los sucios y vacíos comederos, ellos duermen:
Sin oscuridad, sin madre, sin tierra, sin pasto –
Má, llevemos uno a casa, nosotros lo cuidamos.


Juguetes vivientes toda una novedad,
Pero enseguida se desgastan.
Tomá la caja de zapatos, Tomá la pala –
Mami, ahora estamos jugando a los funerales.





Aquí


Desviando hacia el este, desde ricas sombras industriales
Toda la noche el tránsito hacia el norte; desviando a través de los campos
Demasiado gastados y llenos de cardos como para llamarlos praderas,
Y aquí y allá los ásperos lomos de burro, protegen
Trabajadores al amanecer, desviando hacia la soledad
De cielos y cuervos, parvas, liebres y faisanes,
Y ensanchando su lenta presencia el río,
Las amontonadas nubes de oro, la brillante marca de la gaviota en el barro,


Reúnen la sorpresa de un gran poblado:
Aquí capillas y estatuas, agujas de campanarios y ascensores de andamios
Junto a calles donde hay cereales desparramados, amarraderos repletos de barcas
Y residentes de sombríos complejos de edificios, que han bajado
Las muertas y derechas millas robandose un carrito de supermercado,
Empujando a través de puertas vidriadas que se abren ante sus deseos
Trajes baratos, rojos utensillos de cocina, zapatos filosos, palitos helados,
Batidoras eléctricas, tostadoras, lavarropas, secadores


Una multitud a precio rebajado, urbanamente simple, establecida
Donde solo vendedores y familiares vienen
Hasta un terminal y maloliente olor a pescado
Congregación de embarcadas calles, el museo de la esclavitud
Locales de tatuajes, consulados, sufridas amas de casa, con sus cabezas envueltas en la bufanda
Que en las afueras tienen sus cercos a medio construir con créditos ya pagados
Sombras rápidas en campos de trigo, corriendo altas como hileras de arbustivas
Aislados villajes, donde las vidas son removidas


La soledad nos clarifica. Aquí el silencio permanece
Como el calor. Aquí las hojas se engrosan sin aprecio
Las hierbas florecen escondidas, las aguas rechazadas corren raudas,
El aire luminoso del gentío asciende
Y más allá de los campos donde surgen las amápolas, un azulina distancia neutral
La tierra termina de súbito sobre una playa
De cuerpos y canto rodado. Aquí no está cercada la existencia:
Está de cara al sol, parca, fuera de alcance




Los Arboles


A los árboles les están viniendo las hojas
Como algo no del todo dicho;
Los brotes recientes aliviados se ensanchan
Su verdor es una especie de queja


¿ Es que ellos vuelven a nacer, mientras nosotros
Solo nos ponemos viejos? No, ellos mueren también
El secreto de lucir nuevo año tras año
Está escrito en los anillos de las vetas.


Y sin embargo los incansables castillos
Desgranan su madura robustez cada Mayo
El pasado año está muerto, parecen decir,
Empieza, empieza, empieza tú también de nuevo.



La cortadora de césped

La cortadora se detuvo ya un par de veces, al arrodillarme encuentro
Un zorrino acurrucado frente a las cuchillas
Ya muerto. Había hecho en el pasto alto su refugio.


Recuerdo haberlo visto antes, inclusive le dí de comer una vez.
Ahora yo había injuriado su mundo ignoto
No había reparación. En nada iba a ayudar su entierro:


La mañana siguiente yo me levantaría y él ya no.
El primer día después de una muerte, la nueva ausencia
Es siempre la misma, debemos tener cuidado


De cada uno de nosotros y los otros, debemos ser buenos
Mientras todavía haya tiempo.





Los jugadores de cartas


Jan van Hogspeuw tambaleandose llega hasta la puerta
Y mea en la tiniebla. La lluvia afuera
Llena las huellas de las carretas y desciende por el barroso camino
Adentro, Dirk Dogstoerd se sirve un trago más,
Y con una tenaza sujeta una braza, enciende su pipa,
Eructa humo. El viejo Prijck ronca tempestuoso,
Su cara cadavérica se ilumina; alguien detrás toma cerveza
Y abre mejillones, gruñendo fragmentos de canciones
De amor a los jamones colgados de la viga.
Dirk baraja las cartas. Arboles centenarios, húmedos
Pesados, se baten bajo el sitio de la bóveda sin estrelllas
Sobre esta cueva encendida de quinqués, donde Jan se incorpora, pedorrea
Arroja un escupitazo a las llamas, lanza la reina de corazones.

¡ Lluvia, viento y fuego ! ¡ La secreta paz bestial !


Philip Larkin (1922, Coventry / Londres, 1985, Inglaterra)

Arpegio de peces extraños





Pasó hace unas diez horas.

Salimos precipitadamente hacia el hospital porque papá estaba siendo reanimado de un paro cardiaco. Mi hermana iba en el coche conmigo, muda, pálida, sacudida como el margen de una orilla por el tumulto de una estampida. Le pregunté si podía poner una canción de Radiohead. "Arpegio de Peces Extraños" comenzó a sonar y, por primera vez, aquella música no escapó de mí. Cada sonido latía con fuerza en mi mente. Las letras parecían querer decir lo que mi padre no pudo: "Es cierto, todo el mundo se marcha, si tiene la oportunidad".

Cuando alguien cercano nos deja, tenemos que confrontar nuestra propia mortalidad. Tenemos que asomarnos al vacío.

Mientras, esperamos aquí, mirando el granizo de los hechos golpear a la vida, deformarla poco a poco, erosionando los corazones hasta el día en que el amor sea lo único que nos quede.

Finalmente, papá no lo hizo. No se fue. Supongo que en lugar de eso, resistió la caída, cogió impulso golpeando el fondo y escapó.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Pasaban cosas




Pasaban cosas. Siempre estaban pasando cosas. Pero casi nadie se daba cuenta.

Un día, en el río, Rupert miró la oscura corriente y notó cómo desde el agua, ocultos por una sombra opaca, los ojos de las burbujas grises miraban a los hombres.

Otro día se escondió astutamente para espiar a las veletas, que, aprovechando el opaco velo de la noche cerrada, abandonaban los tejados para señalar clandestinamente destinos que jamás conocería el hombre.

Descubrió que los objetos inanimados poseían vida. Lo único que ocurría era que los seres humanos eran demasiado torpes y estúpidos para entender sus movimientos; para comprender que no hay una sola verdad, sino múltiples, y que a veces, creer que sólo existe una senda para llegar a tu destino es la manera más efectiva de perderse.

Las personas solían extraviarse en lo sencillo, ¿cómo pedirles pues que se dieran cuenta de la realidad que subyace tras montañas de estupidez y mentira?

Pero Rupert era distinto. Siempre lo fue. Tenía el don de una percepción única, de ver la vida a través de dos cruces de fuego que iluminaban el atlas oscuro que resume el mundo.

Pronto Rupert fue entendiendo que ver lo que los demás no ven, sentir lo que los demás no sienten, te condenaba a pastar lejos del rebaño. La singularidad es un factor de exclusión social. Lo distinto es rechazado en tanto que puede poner en tela de juicio la verdad establecida como generalmente válida. No interesan las visiones alternativas de la realidad. Lo extraño es perseguido y estigmatizado por el bien de la comunidad y sus paradigmas adquiridos.

Así Rupert fue viendo cortadas sus alas. Problemas de integración en el colegio, fracaso escolar, estudios en centros especiales, inadecuación al mercado laboral, inadaptación a las reglas de la sociedad. Finalmente, marginalidad.

Ahora Rupert manipula un ovillo de lana, al pie del roble, mientras mamá en la cocina asa el pavo para la cena de nochebuena. Los otros adolescentes no le aceptan, por lo que carece de amigos. Le suponen tonto, con un ovillo entre las manos. Pero no juega con él: trata de aprender el teorema oculto que conmina a los tejidos a utilizar un lenguaje algebraico basado en fractales recursivos alternos, de difícil comprensión para las personas. Los textiles también tienen sueños, miedos y anhelos, pero nunca son escuchados, a causa del egoísmo de los hombres, que es infinito.

Toda la realidad que creemos percibir es la pura escenificación de un engaño.

Y Rupert debe cargar con el peso de toda la estupidez del ser humano.

En la cena familiar, se muestra taciturno. Harto de poseer los únicos ojos que vislumbran el vertedero que habitamos. Harto de la responsabilidad de un saber demasiado grande para ser ignorado. Toda la familia interacciona inútilmente, esgrime la siniestra daga de la conversación absurda para herir al de al lado con su tedio. Se cantan villancicos, se vierten fingidas muestras de cariño entre los primos, tíos, abuelos y demás asimilados. Se honra la efeméride del consumo. Hacen poco caso a Rupert porque cada vez que habla les hace corroborar su impresión de que es un tarado.

Después, comen sin recato, cacareando al unísono como palomos inquietos.
Rupert escucha atentamente las disquisiciones del pavo, que le habla de una apasionante vida interestelar más allá de la segunda reencarnación en ave. Si tienes suerte en el reparto, puedes alcanzar una vida plena navegando por los confines de las estrellas más remotas.

El cuco del reloj le habla de su futuro. A través de una lengua mental basada en la reverberación de la madera tallada sobre los anillos del núcleo, le cuenta que la eternidad es atemporal como un reloj roto. Que no es real la muerte. Que todos formamos una conciencia colectiva experimentándose a sí misma subjetivamente. Que sólo somos la imaginación de nuestro ser habitando el sueño de algún otro.

Después de la cena, durante los postres, los platos rezan y los cubiertos cantan salmodias proféticas sobre el vacío del alma. El mantel susurra cánticos zuavos y los polvorones son pedazos de lágrimas.

Rupert no puede más. Son demasiadas voces eufónicas queriéndole mostrar la complejidad del mundo mientras los demás comensales se preocupan de varices, Ibex 35 o calvicies tempranas.

Rupert se levanta de la mesa y manda callar a toda la familia de un grito. Todos se quedan estupefactos por lo inesperado de ver al tímido chico intervenir autoritario. Entonces lo suelta:

"¡Esta maldita sociedad humana es un absurdo, vivís todos engañados!"

El silencio grita en la estancia hasta que la madre abraza al chico y le dice que ya le va tocando su pastilla para los nervios.

Rupert se resiste a perpetuar la mentira solidaria, no puede participar un día más del engaño. De pronto, es tan fuerte el ataque de ansiedad y frustración que experimenta, que cae fulminado al suelo, víctima de un colapso. Sufre un derrame cerebral y fallece.

Es un chico con suerte. Se mueve en segmentos vectoriales de un tiempo arbitrario.

Instantes después, rondando la quietud espectral que rodea la constelación de las Hespérides, el frágil polvo de estrellas es atravesado por un veloz pavo intergaláctico que prosigue su largo viaje hacia los desmadejados confines del ovillo llamado "universo conocido".

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El problema de Pitágoras




Pitágoras estaba con un problema y no conseguía resolverlo. Además no paraba en su casa.
Su esposa, Enusa, se aprovechaba de la situación y copulaba con cuatro paletos del pueblo vecino.
Un día, Pitágoras, cansado, volvió más temprano a su casa y encontró a Enusa en flagrante acción y mató a los cinco partícipes de la orgía.

A la hora de enterrarlos, en consideración a su esposa, dividió el terreno por la mitad y en un lado enterró a la esposa.
El otro lado lo dividió en cuatro partes y enterró a cada pueblerino en un cuadrado igual; de esa forma los cuatro ocuparon un espacio idéntico al que estaba enterrada su esposa.

Subió a la montaña al lado del cementerio para meditar y, mirando desde la cima hacia el cementerio, encontró la solución a su problema.

Era obvio:

el cuadrado de la Puta Enusa era igual a la suma de los cuadrados de los catetos.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Cohen Dixit





“Lo único necesario para ser generalmente amado, era publicar las propias ansiedades. Toda empresa capital de arte es un calculado despliegue de sufrimiento.”

Leonard Cohen.