miércoles, 12 de diciembre de 2012



–¿Por qué no escribes nada últimamente? Tu blog lleva meses muerto.
–Que no actualice mi blog no significa que no escriba nada.
–Entonces, ¿por qué no subes nada?
–Pues porque nadie lee lo que subo, así que para qué molestarme en subir nada. Se acabó escribir idioteces breves, voy a dar el gran salto a la novela.
–Si la gente no dedica ni cinco minutos a leer tus relatos del blog, ¿crees que van a molestarse en leer tu novela?
–Bueno, digamos que una novela es algo más vendible, algo acabado. La gente no quiere estar haciendo el esfuerzo de leer todos los días una cagarruta de dos páginas. Necesitan una obra con entidad propia, un intento serio de hacer literatura.  Si no, ni se molestan en leer lo que tengas que decir. No puedes estar recabando la atención del personal todos los días para dos folios. Que después sólo se lean las diez primeras páginas de mi obra me la raspa, mientras me compren el libro.
–¿Te da igual que lo lean? ¿No te importa que acabe equilibrando la pata de una mesa para que no cojee?
–No nos engañemos, hoy en día, casi nadie lee, prefieren zanganear por la red y los que leen, leen todos la misma ponzoña comercial, los libros de la sección de más vendidos, que son exactamente los mismos en todos los muestrarios de todas las librerías. La deriva de la cultura es algo triste. Siempre fue patrimonio de las aristocracias y va a volver a ellas, porque el vulgo es imbécil y sólo quiere fútbol y porno en internet.
–¿Y tú, qué es lo que quieres?
–Fútbol y porno en los libros. Que me entretengan, pero no de esa forma pasiva tan de moda en estos tiempos.
–¿Forma pasiva, a qué te refieres?
–Verás, el ocio en el último siglo se ha transformado mucho. A principios de siglo, prácticamente ni existía ese concepto. La clase obrera curraba doce horas en condiciones penosas y luego, al llegar a casa, se dedicaban a descansar, hechos mierda, en pos del día en que todo terminara, esperando que no doliera mucho, que irse no les supusiera más trabajo. La vida era el trayecto desde el trabajo hasta la cama, esos espacios improbables entre una servidumbre y otra. Después, los patronos del industrialismo se dieron cuenta de un detalle: si sus trabajadores se pasaban el día entero en la fábrica, ¿quién cojones compraría lo que se pasaban el día produciendo? Así que redujeron las horas de trabajo de sus obreros para que dispusieran de un tiempo que dedicar a comprar esas cosas que se producían ahora a gran escala.
–Y así nació el ocio.
–Bueno, el ocio vino tiempo después. Primero les dejaron tiempo para comprar. Por algún sitio había que empezar. Después fueron mejorando las condiciones laborales, mucha lucha sindical y eso. Y finalmente se acabó estableciendo el llamado estado de bienestar. Y a medida que la gente cobraba sueldos más  humanos y tenía más tiempo libre, empezó a despegar la industria del ocio, tal y como la conocemos hoy día. Mucho más específica en los gustos del consumidor, que ahora podía permitirse tener gustos.
–Entiendo. Cuando tu preocupación consumista ya no es conseguir pan o leche, o cordones para los zapatos, entonces aparece el ocio puramente lúdico.
–Exacto. De repente hay un tiempo y unas inquietudes que llenar. Inquietudes que la clase obrera, sencillamente, antes no podía permitirse. Si a esto se le añade el florecimiento de la radio, la invención del cine, después la televisión, etc., pues ya sentamos las bases del circo actual del ocio.
–Genial, pero, ¿de qué estábamos hablando antes? Nos hemos desviado un poco.
–Hablábamos de las formas de ocio pasivas. Por cierto, desviado tú. Yo siempre he seguido el recto camino.
–¿El recto camino? ¡Sodomita!
–Bien, la perra gorda para ti. Para mí la fea, como nos hemos repartido siempre a las titis. Sigamos con lo de antes: estamos volviendo a las formas de ocio pasivas. Al proletario que llegaba cansado, jodido, a casa y se ponía a languidecer las pocas horas de que dispusiera hasta el día siguiente, con su mierda de horarios esclavos. Primero el ocio era patrimonio de los ricos. Así tenemos a los griegos tocando la lira mientras esclavos y metecos se partían el pecho para sacar adelante la economía de la polis griega. Luego los señores feudales, con sus súbditos arándoles los campos por nada, por lo que necesitaran de ropa y comida. Y así sucesivamente. Hasta el siglo veinte.
–Y sus formas pasivas de ocio.
–Sí. Y son pasivas por una razón muy clara. Estamos volviendo a eso de currar más horas, de ganar menos dinero y tener menos tiempo para un ocio activo.
–Explícate, rufián.
–No tienes más que mirar a tu alrededor. La pequeña parcela que nos han concedido los poderosos para tener ocio está exclusivamente concedida con que nos gastemos la poca pasta que tenemos. Como el tiempo libre fue creciendo, también creció la oferta de ocio, se diversificó. Hasta las formas de consumo actuales, que abarcan los sectores más variopintos: estética, gastronomía, cine, fotografía, literatura, arte. Yo qué sé, cualquier inquietud humana tiene su traducción en industria del ocio.
–Oye, esta conversación es un coñazo. Y ninguno somos Bertrand Russell. Vamos a hablar de fútbol y tetas.
–Vale. Pero déjame terminar. Lo que decía es que volvemos al ocio pasivo. Estamos tan cansados, están empeorando tanto nuestras condiciones laborales que llegamos a casa y nos tiramos al sofá, hechos mierda. Ver la tele, navegar por internet, jugar a la Play. El mínimo esfuerzo físico e intelectual. Y así se nos van los años. Por eso la gente no lee libros, porque exige un esfuerzo intelectual, salvo que leas a Dan Brown o el best seller de turno.
–Esos libros son como películas escritas. Se leen solos.
–Se leen solos y no dejan poso cultural, porque no lo tienen. Por eso cada vez va a haber menos obras maestras de la literatura, porque los escritores no van a tener margen para arriesgarse y hacer lo que les salga del nabo. Al fin y al cabo, tienen que comer, tienen que tratar de vivir de ello. Es como el director que quiere hacer cine experimental pero sólo le subvencionan las mierdas comerciales. Acabas tirando la toalla del arte, y es jodido porque al final, la alternativa es, o dedicarte a tu sueño (dirigir, en este caso) pero haciendo un puto producto sin alma, o trabajar en cualquier otra cosa y en tu cada vez más escaso tiempo libre, desarrollar la disciplina artística que más te llene como persona.
–Para que luego nadie haga ni puto caso a tu obra, como te pasa a ti con tus escritos.
–Sí, es jodido. Si no te metes de lleno en el circuito comercial, si no es tu profesión y le dedicas las veinticuatro horas del día a ese desempeño, lo normal es que te comas los mocos y no te haga caso ni tu madre.
–Y tus amigos acaban hasta los cojones de que les mandes tus supuestas obras de arte y de escuchar tus sermones sentenciosos.
–Pues sí, al final creo que tienes razón. Cada vez escribo menos y lo más sensato sería que dejara de escribir. Centrémonos en el fútbol y las tetas.
–Centrémonos. Asumamos la imposibilidad de la realización personal en estos tiempos de zozobra. Yo invito al fútbol y tú a putas, ¿qué te parece el trato?
–Adaptado al devenir de los tiempos. Acepto. Pero con una condición.
–¿Cuala?
–Que las dos tengas buenas tetas.
–Faltaría más, Barrabás.