miércoles, 13 de julio de 2011

Next Exit





Me ha tocado olvidar. Claro. Como tantas otras veces. Ahora todo el universo se retuerce en una paleta de grises. Nada parece muy oscuro ni muy claro, a mis ojos. Malgasto mi tiempo. Miro los calcetines sudados, ocultándose bajo el somier poco a poco, alejándose también de mi lado. Despacito, para que no me de cuenta. Para que no acuse la ausencia. Hay como un gran páramo vacío ocupando mi mente. Es agradable no valer para nada. Echarse a perder.

Pienso que el talento es un animal caprichoso y raro. Constantemente amenazado. Cantidades ingentes de artistas malogrados por cualquier cosa. Por el menor detalle. Porque todo es un peligro, una potencial amenaza. Todo te distrae de tu objetivo. Solo hay una forma de liberar tu obra, de llevarla a cabo. Y es centrándote en su consecución. Ofrendándole tu ser. Consagrándole lo mejor de ti, lo que puebla tu interior, lo que habita en tus profundidades, lo que compendia tu alma, la perla que contamina tu fondo. Un hombre no puede escoger el material vital de que se compone su arte. Eso viene dado o prescrito por la forma de su temperamento. Somos quienes tenemos que ser, a fin de cuentas, a menos que nos volvamos locos. Hacemos equilibrios sobre el cable frágil que hemos tensado. Danzamos borrachos, alegremente asomados al acantilado de nuestro propio destino, el que aguarda para engullirnos. Pero yo ahora no quiero crear. Prefiero malgastar mi tiempo tasado. No ser nada por anticipado. Me ha tocado olvidar. Empiezo a olvidar su cara. Algo se borra aquí. Un poco la nariz. Los lóbulos de las orejas. ¿Cómo eran? ¿Consistirá todo esto al final en un continuo proceso de borrado? ¿Un desleerse imparable y cabrón? ¿Cómo un alzheimer trastocado?

Salgo a la calle. El día como un orgasmo de sol, como una sonrisa sarcástica ante una humanidad que agoniza feliz. Como un grano en el culo del caos generalizado. Unos niños hacen sus primeros pinitos inhalando algo de una botella blanca. Qué será. ¿Cloretilo? Qué bonito ver gestarse a futuros filósofos.

Luego sigo callejeando por el centro. El centro es como la vida. Hay como una fachada hecha de calles comerciales y bulliciosas, limpias y populosas. Conforman la cara externa, lo que se enseña. Pero luego está el interior, ahí, a la vuelta de la esquina. Calles viejas y estrechas. Callejones que huelen a meado. Y ahí, a dos pasos, es donde se meten heroína los yonkis sobre las aceras. Babean los viejos en los parques. También hay putas haciendo la colada o yendo al mercado. Las amas de casa decoran con rulos sus pelos de casco. Hay mujeres, niños o chivatos que tiran zapatos con los cordones anudados en los cables de teléfono o alumbrado. No sé cuales son, no los distingo. Lo hacen para avisar a los camellos de que la poli está rondando.

Unas ventanas se abren y veo una mujer hermosa asomarse. No sé a quién esperará pero tiene las tetas al aire. La miro. Sonrío. Un regalo inesperado cuando bajas a comprar tabaco. Ella me sonríe y pienso que tal vez debería subir e intentar meterla el nabo. Pero claro, está todo ese proceso intermedio que lo jode todo. Hablar, presentar el producto, explicar cosas, crear un clima adecuado. Malcomprar pescado. Pienso en el prohombre de las cavernas, que seleccionaba la mujer a fornicar y se la llevaba a rastras de los pelos. Si otro se entrometía, pelea a garrotazos. Me parece un sistema más honesto que el actual. Treinta siglos de cultura para ver todo complicado. La humanidad, panda de idiotas estirados. Follemos todos sin ley. Sin ataduras. Sin contratos. Acabemos con las guerras: amor generalizado. Por eso siempre llevo la cremallera bajada. Donde hay un muerto debe haber una ventana abierta.

Le saco la lengua a la mujer de los pechos y ya no sonríe. Arruga el gesto y cierra las ventanas. Me relamo las heridas como un político cesado. Tuerzo una esquina y veo a unos chavales dando una paliza a un viejo. Le patean por todo el cuerpo. Le escupen. Le tiran del pelo y le insultan a gritos. Me sonrío. Veo que el mundo sigue girando alegremente, que todo está bien atado. Dios creó el roedor, el carroñero, el tigre: el hombre. Después dio por terminada su labor, viendo su trabajo terminado. Jóvenes pisoteando a viejos, erradicando lo anticuado. Suspiré tranquilo mientras me alejaba, escuchando tras de mí los gritos de socorro del apaleado. Mírame, soy feliz. Aunque ya no sepa qué cojones hacer con mi vida. Aunque empiece a no recordar tu rostro enamorado. Ahora se la chuparás a cualquier otro, le mirarás a los ojos y luego al capullo y supongo que también sentirás el mismo amor dentro de ti. Porque nada es original menos lo primero, y esto tampoco lo hemos inventado. Nada es original. Todo tiene el precinto quitado.

Me acerco al parque y veo a un niño jugar con un rastrillo. Arañar la piel del arenado. Su padre vigila hastiado, un gordo calvo y derrotado por un reloj de fichar y un maldito salario. La mujer lee una revista de papel brillante con los bordes rosados y fotos de mujeres famosas con celulitis en la portada. De vez en cuando mira de pasada al niño y luego con desdén a eso en lo que se ha convertido el tipo que una vez la inseminó con la mácula oscura y triste del paso del tiempo. Del deterioro atiplado. Del imparable descenso.

Luego pienso en alguna extraña y hermosa melodía jazzística de los buenos viejos tiempos (que nunca volverán porque, como las mujeres macizas a cuya altura no pudimos estar, nunca estuvieron del todo aquí. Eran un espectro agradable y neblinoso de algo demasiado bueno para ser conservado. Sólo conseguimos arrancarlas un par de polvos mediocres en los que encima algo nos pegaron). No sé, ahora pienso una voz hermosa acariciando suavemente un piano romántico. Como quien pone en guardia con ternura y mano maestra un buen rabo. Pienso en echar a correr por el parque y agarrar alguna de esas palomas que se arrullan y oscilan estúpidamente por el adoquinado. Pienso en morder una ferozmente hasta verter su sangre para beberla y tratar de salvar un corazón helado. De irrigarle calor ya que el concepto de amor le ha abandonado. Pienso en la próxima salida: next exit. Pero no la hay. No puede haberla porque estamos condenados. Estamos todos aquí, en burda procesión de vivos murientes, esperando nada. Porque el sentido no lo da «el qué esperamos», sino la espera inagotable en sí misma. Así que, en esta vida, el que mejor vive es el que más rápido aprende a entretenerse en medio de un desierto desolado. El que juega en el jardín de infancia del campo de refugiados. El que aviva la llama del infinito hueco interior y no sufre por ello. El que sabe refugiarse en lejanías lunares y hacer de las corolas de los campos un lecho donde descansar acurrucado.

Tardo en comprenderlo.

La próxima salida es saberse sitiado.

viernes, 1 de julio de 2011

Adentro también

La tarde era desabrida, como el pedo de un ministro.

Intenté quitarme un grano y casi me desangro. Un bulto inflamado y rojo medraba a sus anchas sobre mi cara. Siempre me maravilló esa común habilidad de las novias, madres y en general, mujeres, para desparasitar a los varones que acceden a su entorno íntimo. Mi madre solía perseguirme por la casa para pellizcarme pústulas, espinillas, granos e impurezas a mansalva. Al final me dejaba limpio como un pescado. En verano, al ir descamisado, era presa fácil de sus insidiosos dedos exprimidores. Cualquier momento de descuido era propicio para su ataque. Me encorvaba para cortarme las uñas de los pies y cometía el error de darla la espalda. Me agachaba a poner betún a los zapatos y su campo de prácticas quedaba expuesto. También sucesivas novias, semi novias, queridas, almas estacionalmente afines, o como coño queráis llamarlo, exprimieron mi dermis sin compasión. Así había acabado ocurriendo. Tal especialización femenina había hecho de mí un inútil para limpiar las propias impurezas. Cada vez que tenía un grano difícil me desollaba inmisericordemente. Así dejaba pasar la tarde, mesándome el grano.




Ejemplo gráfico de que todo es susceptible de empeorar. Mi grano era una flor comparado con esta cosa necrosada.

Me rascaba los güitos. Me picaban. Remanaban sudados, en su salsa. No soy un hombre muy sudoríparo, pero en el diseño de mi organismo, en algún momento del proyecto, la cagaron con mis bajos. Cojones y culo sudando como un babuino sobre su rama al sol en un safari a cuarenta grados. Manantial de feromona con sudor mezclada, no agitada, por favor. Y, bueno, ¿qué hacer con la tarde cuando no se ansía nada excepto la experimentación de la propia pereza? Es verdad, tenemos metas, objetivos, sueños en la vida, más allá de un empleo transmigrador de la propia alma, mercadeador de la propia valía aún no probada, más allá de los plazos del Canal Satélite Vaginal de alguna novia trasnochada que nos lastra. Mas allá de la nada.

Decidí desempolvarme el suricato. Sacudir la comadreja. No resolvería los males del mundo pero liberaría espacio en disco, lo cual ayuda a no pensar y a concluir el verdadero propósito de cualquier trayectoria vital: distraer el tedio existencial. Entré en una web de pajas a la que me había aficionado porque los videos tenían todos previsualización y porque en general las tías que salían en los videos eran tremendamente guarras. Medias tintas las justas. ¿Erotismo o pornografía? ¿Tersura o rugosidad? Pónganme sexo salvaje, por favor. Laceración. Ultraje. Lindes de ilegalidad. Descaro. Penes lacerantes como alfanjes. Orificios que se dilatan al albor de la almádena cárnica. Bienvenidos a la mascarada sexual. Mascarada porque eso tan bestia y apasionantemente desvergonzado lo hacen en las películas, pero, pídeselo después a un ligue. Algunas se prestan al sexo duro, pero tiende a ser algo como muy suave. Mismas prácticas pero edulcoradas. Hasta cuando las partes el culo debes hacerlo despacito, susurrándole mentiras de amor al oído. Prometiendo ternura hasta en el desgarro. ¿Pero qué hay de esos polvos guarros que vemos a diario en las webs porno? ¡Esos son los que queremos echar! ¡No esa otra farsa descafeinada! Joder, nos adoctrinan visualmente día tras día en unas prácticas que son una completa imposibilidad de llevar a cabo sin ser encarcelado. No es justo. ¿Cuál debe ser el polvo medio de la mayoría? Veamos. Unos besos para calentar. Frote de tu concavidad rosada con mi convexo sexo. Cuando la cosa se va enjugando, torpe caer de prendas, suave desnudez revelada. Varias pasaditas rasantes del cuello de pavo pelado frotando los labios y la cara externa del forro vaginal. Hinchazón. Vapores. Suspiros, pero no tanto. Finalmente ensartado ballenero con el arpón del ser amado. Misionero. Con suerte, a cuatro patas y un ratito de lado. Tampoco soy Mata Hari. Tampoco estamos repasando el Kama Sutra. Y de chupar, nada de nada, que para eso soy tu novia. Muy decente, por cierto. Todas esas guarrerías que hacíamos los primeros meses las hacía para engancharte y porque todavía no eras «mi novio». Pero ahora nada de exotismos. ¿Qué van a pensar tus amigos si les cuentas a mis espaldas que soy una descarada, que me dejo hacer de todo? Además estoy convencida que entre amigos íntimos os acabáis contando todo. Menudos sois. Los chicos. Y a ver si terminas de una vez, nada de polvos largos que yo ya me he corrido y me canso de esperarte. Al final me rozas y me escuece, así que vete terminando. Miro a la pared. Qué bonito es el amor. Cuando se hace. Mecánicamente y con prácticas en bucle. Menudo coñazo.



Esto es lo que en realidad quieren pensar las novias que hacemos. Pero no os equivoquéis. Mickey está enculándola con una funda de rabo con un cuchillo. Como en la película Seven en el pecado de lujuria.

Bueno, estuve viendo varios videos, picoteando de aquí y de allá y me quedé al final con un video de una cerda que estaba muy bien. Hacía el guarro sin recato, se dejaba empalar por doquier. Daba gusto verla. Pura desinhibición. Ni un mal gesto de dolor. Parecía estar disfrutando. Aunque uno nunca sabe, porque hay pasta de por medio, pero desde luego, de mojigata nada. De poner cara de dolor con el nabo monstruoso de un negro en el recto nada. Sexo bestia. A machacar tuetanillo con el almirez envenado. Duro y a la matriz. No haremos prisioneras. No surrender. Ahí lo llevas. El caso es que me conmovió la actuación de la joven meretriz y me puse a cotillear sobre ella en Internet, en su web. Sierra Sinn, se hacía llamar. Chiquitita. Delgada. Tremendamente guarra. Jugando al límite del reglamento, como Pepe amenazando tibias. Y aquí llega la melancolía, las bambalinas, la parte de atrás desgastada de la mirada, el poso de realidad, la costra de la vida, que siempre resulta sucedáneo mejorado, plato bien presentado para un sabor no tan exquisito tras ser degustado. La tía se batió el cobre más joven que yo. Casi una niña. Ahora contaba 28 años. ¡Y ya se ha retirado del porno! Se podrían vivir varias vidas con las franjas de actividad laboral de algunos trabajos. Hasta los 20 futbolista o tenista. De 20 a 25 dedicarse al porno. De 25 a 35 artista de rock. De 35 en adelante escritor. O sicario. O político. O yo qué sé. Bien. ¿Y qué hace esta chica después de retirarse? ¿Montar una franquicia de tinte para pelo de coño? ¿Anunciar máquinas depiladoras? ¿Publicitar aparatos de fitness? Joder, se me ocurren bastantes salidas lógicas y consecuentes.


La felatriz en cuestión. Está como un quesete: rica.

Pues nada de eso. Monta una línea de diseño de ropa (de algo hay que vivir) y se hace beata cristiana. ¡Beata cristiana! ¡Ahora abraza al señor y defiende la castidad y la pureza, la entrega exclusiva al ser amado! Hay que joderse. Y esto es divertidísimo. Transcribo literalmente:

«She says she KNOWS Jesus Christ has helped her and done many miracles in her life.

Thank you sincerely for donating to the Pink Cross Foundation and helping Julie and other women like her rebuild their lives and live the amazing life they were created to live! Please consider giving to the Pink Cross Foundation so we can continue to help women leave porn and rebuild their lives.

We have about two women coming to us a week who want out of porn and we do not receive enough donations to help them all. Thank you so much for caring!»


Bueno, para los no angloparlantes, básicamente es que ella sabe que Jesucristo la ha ayudado y ha hecho muchos milagros en su vida. Como por ejemplo que le ensartara la mini pimer de carne el pretoriano nubio ese y que no la partiera en dos como una ramita. Ejem…

Luego dan las gracias porque donéis pasta, ¡oh piadosos corderos de Dios!, a la FUNDACIÓN CRUZ ROSA por ayudar a esta pobre descarriada a reconstruir su vida.

¡Habéis oído eso! ¡Una fundación para rehabilitar a actrices porno y que puedan rehacer su vida lejos de la vida de excesos del show Business! ¡La Cruz Rosa! ¡Pero qué cojones es esto! ¿Hay una fundación para eso? ¿Y quién aporta fondos a esa causa? ¿Rocco Siffredi y Nacho Vidal, atormentados por la mala conciencia, arrepentidos de haber abierto en canal a tanta adolescente que no sabía en dónde (más bien el qué) se metía? ¿Para esos fines destina fondos la puritana administración estadounidense?


Última colección de verano de la firma "Sierra Sinn Clothes"

No sé. No digo que esté mal. No digo que no pueda haber más de una que haya perdido la cabeza por drogas, vida de lujo o espiral de autodestrucción. Pero no sé, veo otras causas más urgentes. Si te da un infarto en la calle y no tienes seguro médico, ya puedes caer fulminado en la salita de urgencias de un hospital que no te atiende ni dios. Si eres un mendigo date por jodido para tener cama, ducha y una cena caliente en los centros de acogida, con plazas para cuatro gatos. Los Rangers practican tiro al blanco con los inmigrantes que tratan de cruzar la frontera, muchos de ellos mujeres y niños. No sé. Digamos que veo otras causas más perentorias. Casi se podría decir que taxativas. Pero bueno, quién soy yo para cambiar el mundo. Para decir «sois idiotas por gastar en esto el dinero teniendo lo otro como lo tenéis delante de la puta cara».

Tal vez no sea posible un mundo mejor porque no queramos.

Y en eso quedó la tarde. En explotar un grano horrible. En sacudírsela para aplacar la inoperancia vital. En esperar que la nada nos traiga el infinito. En seguir escribiendo siempre, como quien caga. Afuera oscurecía.

Adentro también.