miércoles, 26 de octubre de 2011

Apretando




Apretando, apretando, jodiendo, que es Gerundino, no Jacobino. Esos no, que esos eran los malos. Venga a guillotinar cogotes. (Nunca de merluza.)

¿O eran los Girondinos? Mecachiiiis. Mi cultura hace aguas. Desde hace algún tiempo. Como dijo Vázquez Montalbán, hasta los treinta años no es necesario tener memoria. Luego sí, o te vuelves un enano. Un enano intelectual.

El saber es limitado, pero el desaprender nunca descansa hasta habernos enterrado. A partir de ahí, poca cosa. Apenas conocemos cabello, uñas y gusanos. Qué filantrópicos ellos. ¡Qué insigne trabajo! ¡Remordedores de conciencia en descomposición!

Haciendo aguas. Ella sí que hace aguas. Me acomodo en la balsa trémula. Mi remo de ingle en su piélago ahumado. Qué bonito es el amor. Cuando se hace. Con uno mismo o contra el infeliz de al lado.


Apretar, apretar. Bombear. Empotrar. Sexo. Sexo a raudales. Uno de los dos pretextos para seguir vivos. El otro, La muerte.


Ella gime. Yo soy fuerte. Por un instante leve. Por un dejarse llevar, de corriente. Pero fuerte. Como la halitosis del estibador portuario. Como la uña podrida de seis centímetros del usurero de extrarradio. Como el tobillo varicoso de mi suegra Sagrario.


Ahora ella me posee, me ansía, me entroniza. Me fagocita. Me vuelve roma la punta, como a un cucurucho en verano. Las pasiones cervales son como los chistes malos. No se explican. Se entienden o no. Y nos entendemos, cuando nos atravesamos.


Ahora parece llegar el momento del orgasmo. Pero me detengo en el acto. Observo la escena. Fijo el momento, como fija colmillo el licántropo. Miro sus ojos. Su cabello exacerbado. Su deseo flamígero hiriendo mi desamparo. La vida tiene estas cosas. Estas pocas cosas por las que diferimos ser incinerados. Expulsados de esta puerca vida. Carne de desahucio. Pero queda lo poco bueno. Y habrá que aprovecharlo. Ahora o nunca. Por eso me contengo mis ganas de muerte. Mi facultad de orgasmo.

Ella me mira alarmada. Pausa inadecuadamente prolongada. Tormenta dorada que espera, como su cabello revuelto sobre la almohada.


–¿Por qué te detienes? ¿Qué cojones pasa? ¡Estábamos en lo mejor! ¡Sigue un minuto más! ¡Que no me queda nada!


–Lo siento. Es un experimento.


–¡Pero sigue! ¿Por qué demonios te quedas parado y te atoras con la mirada fija, sin moverte…?


–Es que estoy probando una nueva técnica sexual sacada del Internete.


–¿Y cómo se llama?


–Buffering...

1 comentario:

  1. Uf, lo de la alitosis del estibador me ha dejado traspuesto. Esa es una imagen de las que perduran.

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