lunes, 28 de mayo de 2012

A modo de confesión





Sólo tengo ganas de escribir cuando me encuentro en un estado explosivo, enfebrecido o crispado, en un estupor metamorfoseado en frenesí, en un clima de ajuste de cuentas en el que las invectivas sustituyen a las bofetadas y a los golpes. De ordinario, la cosa comienza así: un ligero temblor que se hace cada vez más fuerte, como tras un insulto que se ha soportado sin responder. Expresión equivale a réplica tardía o a agresión diferida: yo escribo para no pasar al acto, para evitar una crisis. La expresión es alivio, venganza indirecta del que no puede digerir una afrenta y se rebela con palabras contra sus semejantes y contra sí mismo. La indignación es menos un estado moral que un estado literario, es incluso el resorte de la inspiración. ¿Y la sabiduría? Es precisamente lo contrario. El sabio que hay en nosotros arruina todos nuestros ímpetus, es el saboteador que nos disminuye y paraliza, que acecha al loco que hay en nosotros para calmarle y comprometerle, para deshonrarle. ¿La inspiración? Un desequilibrio repentino, voluptuosidad irresistible de armarse o destruirse. Yo nunca he escrito una sola línea a mi temperatura normal. Y sin embargo, durante largos años, me consideré como el único individuo sin defectos. Ese orgullo me resultó benéfico: me permitió emborronar papel. He dejado prácticamente de escribir en el momento en que, al sosegarse mi delirio, me he convertido en la víctima de una modestia perniciosa, nefasta para esa febrilidad de la que emanan las intuiciones y las verdades. Sólo puedo escribir cuando, habiéndome repentinamente abandonado el sentido del ridículo, me considero el comienzo y el fin de todo.


Escribir es una provocación, una visión afortunadamente falsa de la realidad que nos coloca por encima de lo que existe y de lo que nos parece existir. Rivalizar con Dios, superarlo incluso mediante la sola virtud del lenguaje: ésa es la hazaña del escritor, espécimen ambiguo, desgarrado y engreído que, liberado de su condición natural, se ha abandonado a un vértigo magnífico, desconcertante siempre, a veces odioso. Nada más miserable que la palabra y sin embargo a través de ella uno se eleva a sensaciones de dicha, a una dilatación última en la que uno se halla totalmente solo, sin el menor sentimiento de opresión. ¡Lo supremo alcanzado mediante el vocablo, mediante el símbolo mismo de la fragilidad! Pero lo supremo se puede también alcanzar, curiosamente, a través de la ironía, a condición de que ésta, llegando hasta el extremo de su obra de demolición, dispense escalofríos de un dios autodestructor. Las palabras como agentes de un éxtasis al revés... Todo lo que es verdaderamente intenso participa del paraíso y del infierno, con la diferencia de que el primero sólo podemos entreverlo, mientras que el segundo tenemos la suerte de percibirlo y, más aún, de sentirlo. Existe una ventaja más notable aún, de la que el escritor posee el monopolio, la de poder desembarazarse de sus peligros. Sin la facultad de emborronar páginas, me pregunto qué hubiera sido de mí. Escribir es deshacerse de nuestros remordimientos y de nuestros rencores, es vomitar nuestros secretos. El escritor es un desequilibrado que utiliza esas ficciones que son las palabras para curarse. ¡Cuántos malestares, cuántos arrebatos siniestros no he superado yo gracias a ese remedio insustancial! Escribir es un vicio del que puede uno cansarse. A decir verdad, yo escribo cada vez menos, y acabaré sin duda por dejar de escribir totalmente, pues he dejado de encontrar el menor encanto a ese combate con los demás y conmigo mismo.


Cuando se aborda un tema, sea cual sea, se experimenta un sentimiento de plenitud, acompañado de una pizca de altivez. Fenómeno más extraño aún: esa sensación de superioridad cuando se evoca una figura que se admira. En medio de una frase, ¡con qué facilidad se cree uno el centro del mundo! Escribir y venerar se dan juntos: quiérase o no, hablar de Dios es mirarle desde arriba. La escritura es la revancha de la criatura y su respuesta a una Creación chapucera.

Emil Cioran.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Ella está en el horizonte

"Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, y ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar."

Eduardo Galeano

La crisis, que es mu mala


¡Esta crisis nos va a hacer a todos mierda!


A un hombre de unos 73 años le está entrevistando un periodista de "Callejeros" en un jardín. El hombre entrevistado se expresa del siguiente modo:

Soy hijo de exiliados.
Hasta los 27 años y poco antes de la transición no pude volver a España por culpa de Franco.
A mi padre, pobrecito, no sabíamos ni dónde enterrarlo.
... Mi madre estuvo muchos años en silla de ruedas.
Ahora tengo 73 años.
Hace unos meses me quitaron el 30 % de un pulmón.
Mi mujer es inmigrante.
Tengo tres hijos con ella.
De los tres sólo trabaja una, la del medio,... pero no cobra nada.
Todos, incluidos los nietos, viven de mi asignación.
La mayor se acaba de divorciar.
Mi yerno se daba a las drogas y al alcohol y la ha dejado con dos niños.

El pequeño de mis hijos aún no se ha ido de casa y además se ha casado con una divorciada y la ha traído a vivir con nosotros. Esa señora antes trabajaba, tenía muy buen puesto, pero desde que vino a mi casa ya no hace nada.

Ahora tienen dos niñas que también viven bajo nuestro techo.

Y para colmo este año, con lo de la crisis, casi no nos hemos podido ir de vacaciones y si me apuras... ni he podido celebrar que España ha ganado el Mundial.

Para colmo, el marido de la mediana anda en líos con la justicia. Al enterarme me desmayé y casi pierdo un ojo al darme con una puerta...

El periodista pone cara de asombro y comenta:
Majestad, no creo que su situación sea tan mala.

martes, 15 de mayo de 2012


"En el pabellón Hermann yo estaba ciertamente a sólo doscientos metros de mi amigo, pero sin embargo estaba totalmente separado de él, y nada había que yo ansiara con mayor intensidad que nuestro primer encuentro después de tantos meses en los que había tenido que prescindir de la cabeza de Paul y en los que, entre cientos de otras cabezas, en líneas generales y por desgracia totalmente estériles, casi me había asfixiado, porque no nos engañemos, las cabezas que tenemos a nuestro alcance la mayor parte del tiempo carecen de interés, no sacamos mayor provecho de ellas que si estuviéramos con patatas desarrolladas que llevaran una existencia miserable, por desgracia en absoluto digna de compasión, sobre unos cuerpos quejumbrosos con vestidos más o menos de mal gusto."

Thomas Bernhard. El Sobrino de Wittgenstein.

lunes, 14 de mayo de 2012

viernes, 11 de mayo de 2012

This Be The Verse (Sea éste el verso)




They fuck you up, your mum and dad.
  They may not mean to, but they do.
They fill you with the faults they had
  And add some extra, just for you.

But they were fucked up in their turn
  By fools in old-style hats and coats,
Who half the time were soppy-stern
  And half at one another's throats.

Man hands on misery to man.
  It deepens like a coastal shelf.
Get out as early as you can,
  And don't have any kids yourself.

xxxxxxx
Mamá y papá te joden la cabeza.
Lo hacen sin intención, pero es así.
Te entregan los errores de su época
y añaden unos cuantos, para ti.

Pero a ellos los jodieron
viejos necios atildados
que cuando no estaban rígidos
se peleaban como gatos.

Heredamos la miseria
como zócalo marino.
Escapa lo antes que puedas
y no busques tener hijos.


Philip Larkin

jueves, 10 de mayo de 2012

domingo, 6 de mayo de 2012

Soren Kierkegaard y su elevada opinión de la mujer

Ejemplo gráfico de Kierkegaard filosofando con la inestimable ayuda de una mujer. Al fondo, su esposa, super útil para asentar los ficus.

"Mi amigo, en definitiva, es un poeta, y a los poetas les pertenece esencialmente esa creencia entusiasta en las virtudes de la mujer. Yo, en cambio, sea dicho con todos los respetos, no soy más que un prosista en este sentido. En lo que se refiere al otro sexo tengo mi opinión particular o, dicho con mayor exactitud, no tengo en absoluto ninguna opinión, pues muy raramente me he topado con una muchacha cuya vida pueda encerrarse en una categoría. La mujer, la mayoría de las veces, carece de ese sentido de la consecuencia que es absolutamente necesario tener en cuenta cuando se trata de admirar o despreciar a un ser humano. Una mujer, antes de engañar a otro, se engaña siempre a sí misma y luego, claro está, ya no hay ninguna medida bajo la cual podamos juzgarla."

Soren Kierkegaard, haciendo amigas, como siempre, jijiji...