lunes, 20 de diciembre de 2010

De algún modo


(Dale al play antes de leer si quieres entender)



Míralos correr. Como si la vida tuviera algún sentido. Míralos empaparse. Perdidos en su absurdo devenir. Bajo la lluvia. Presas de una confusión que no cesa. Sombras en la noche. Como todos nosotros. Mientras ellos gritan y arman alboroto, sé que ella aún sueña conmigo. Yo miro al cielo y espero al sentimiento que nunca llega. Cuando ella me llama me recuerda que me gustaría ser más fuerte. Pero sigo asustado por mis monstruos. Los de siempre. Son tantos. Miro al cielo. Su oscuridad, tan triste. Miro, pero no consigo ver nada.

Sabes que no puedes llamarme ahora. No estando tan lejos de mí. Ojala pudiera ser mas fuerte. Pero habito mi propia aflicción, de la que tal vez nunca sepa escapar. Como un interno desquiciado inicio la huida atropelladamente. Recorro los pasillos, las galerías, inmerso en la noche, en el ocaso de mi precaria conciencia. Temo tanto la oscuridad que tal vez me lance a ella para defenestrar la demora.

Hace semanas que no visito al especialista. En sus ojos podía leer la decepción, la resignación del que vuelve a la batalla a esperar el sino último de la muerte. Tiempo atrás dejó de creer en mi recuperación. Cree que soy la encarnación pura del pesimismo. No le culpo. Él no puede entender. Nunca podrá llegar a penetrar en mis pensamientos. No se lo permito. Pesimista es aquel que mira al cielo y piensa que lloverá. Yo hace ya demasiado tiempo que estoy empapado. Él solo cree en continuar. No le importa el precio. Y cree que todos debemos querer eso. Pero yo soy distinto. Me recreo en la antesala del vacío. Vivo gracias a la voluntad de mantenerme en las posiciones perdidas de la vida.

Soy un idealista en el desierto.

Cuando ella me llama sé que está herida. Pero no puedo hacer nada. No en este momento. Me gustaría ser un poco más fuerte. Pero son demasiados los demonios. Demasiado insignificantes nosotros.

La lluvia continua, implacable. Fuera y dentro. La gente sigue sumida en este espejismo. Porque nosotros, las personas, no somos lo que creemos. Porque quizá no existe la muerte. Tal vez todos integramos una conciencia colectiva experimentándose a sí misma subjetivamente. Esta vida es solo un sueño y apenas somos la imaginación de nosotros mismos.

Sé que alguna vez ella percibió calor en mí. Yo no pretendí desprenderlo. Hoy me siento como el hielo. Desprendo un vaho gélido. Amenazante. Generador de desapego.

Todavía veo monstruos. Habitan el recuerdo. Quizá acuda a su encuentro.

De algún modo.

2 comentarios:

  1. Un idealista en el desierto!! Estás que te sales.
    El desapego, el desapego es la clave de la felicidad.

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  2. Si yo estoy que me salgo, tú estás salío pillastre, jajaja!!

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