viernes, 17 de diciembre de 2010

Seguir tirando




(Dale al play primero o que te la muerda un carnero)



Un frío de cojones. Un frío que desnuda el absurdo, como juez perspicaz desmantelando coartada de culpable. El mundo es quizá, de nuevo, un lugar extraño. Menesterosos ateridos guarecidos en cubículos de cartón, mirando a través del melancólico vestigio del presente pasado, aquellos que olvidaron que hay caminos sin retorno, que a veces hay que aprender a vivir extraviado de recuerdo. Esquiador fuera de pista protegido por el manto combo de la avalancha, cuando cesa. Un tipo sentado en el metro. Percute con los dedos de las manos sobre algo que parece un casco de moto entre sus piernas. Cuando me acerco ya no sé si es un casco. Si es un instrumento muy raro. Una mujer se para a observarle. No parece sonar, aunque yo no puedo saberlo por los auriculares; los ventriculares. El estruendo desacompasado que mesura mi tiempo tasado.

Mi ilusión, mi esperanza, de algún modo yerma, vana. Irreal. Contrahecha. El parto triste de un niño concebido pero nunca alumbrado: nacido muerto. Presente del pasado.

Inicio la presión, exagero el gesto: sostengo la manivela del Cinexín de mi vida. Ese que proyecta un alma de la que carezco sobre un muro resquebrajado, podrido de penumbra, inhumano.

Lo demás es intentar asir lo que se pueda, este cáliz desperdiciado que se va perdiendo entre nuestras inútiles manos, este torrente sin cauces, este camino sin recodos, este vendaval desaforado.

Pasamos muchas horas a oscuras pero hace tiempo que soñar nos es negado.

Tantas veces morimos. Tantas veces deambulamos hacia ningún sitio. A veces no quedan fuerzas ni para equivocarnos. Sólo para hacernos daño, quedamente. Sin solución de continuidad, amigos, pues nuestra propia continuidad corpórea está en eterno entredicho. Que os la pique un bicho. A sacarle la lengua al desencanto.

Presentir el amor como el convicto ve la concesión del amnistiado: un imposible.

Asumir el absurdo y seguir tirando.

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