miércoles, 13 de octubre de 2010

Tiovivo



(¡Dale al reproductor, moñigo de alcanfor!)



Una luz resplandeciente. Impróvida. Durante un haz de tiempo la habitación se ilumina. Después se apaga. Probablemente algún coche cruzando a gran velocidad. Tumbado en la cama, en silencio. Esperando. En ocasiones la vida es eso. Tantas veces. Es salir con certeza de Nochevieja esperándolo todo y nada. Y nada. Pues nada.

Su cabello. Su olor. Su rastro. El vacío que deja dentro de uno cuando abandona las habitaciones. Es la tensa espera. El no sé bien qué, que no cesa. Tener o no tener. Lo que se ha ido perdiendo. Lo que nunca volverá. Lo peor del desengaño. Temer que al punto final de los finales no le sigan dos puntos suspensivos. Es una rara sensación. La noche anterior ella estuvo aquí. Ahora parece a eones de distancia. Pleistoceno. Tan cerca y tan lejos. Eterno tira y afloja. Pero a veces no soporto el juego. A veces no es divertido. No te ajunto. No te digo.

A la tarde estuve leyendo. Algo que me resultó curioso. Comparto muchísimos rasgos con los superdotados: alta sensibilidad, excesiva cantidad de energía, pérdida de atención, aburrimiento fácil. Resistencia a la autoridad, si no es democrática. Placer por la lectura. A menudo, emocionalmente inestable. Creatividad, curiosidad. Gran sed de conocimientos. Individualismo. Sólo me falta una cosa: inteligencia. Soy un imbécil.

Agua.

Nadie es perfecto. Los ricos también lloran. Querer es no poder. A veces las camas son tiovivos. Vueltas y más vueltas. A veces volvemos a ser niños cada noche, montados en la atracción que nos quita el sueño. Permanecemos tanto tiempo como podemos girando sobre el eje maltrecho de los sueños, para al final no dormir ni despertar del todo de la pesadilla. Nos bajamos y ya no es una atracción sino una decepción. De pronto nos hemos hecho mayores. No hay sueños sino desvelos. No hay vueltas sino requiebros. Quiero bajarme. Ya no quiero esto. Ya no quiero lo otro. Pero tal vez lo quiero. Tal vez lo quise. Quizás no sé lo que quiero. Quizás nunca lo sepa. Sólo sé que hemos estado tanto tiempo subidos que ya no es divertido. Nos bajamos al fin, con un nudo en el estómago y llorando un poco. Entrecortado el resuello. Sorbiéndonos los mocos. Pero descubrimos que ya no somos niños. Que las vueltas las daba la vida. Que el tiovivo era este mundo. Que ahora estamos más perdidos que al principio y ya no tenemos los brazos de papá o mamá para ampararnos ante lo desconocido. Sólo nos tenemos a nosotros mismos. De pronto hemos crecido. Qué nos han robado. Cómo ha sucedido. Súbitamente somos nuestro desconcierto. La balsa de la ingenuidad en el océano del sinsentido. Un timón desasido. Suspiro.

Lágrimas devienen legañas. Caigo rendido. Sin todavía resolver nada. Sin todavía perder el sentido.

Tiovivo.

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