viernes, 22 de octubre de 2010

Pajaritos


Pío, pío. Que yo no he sido.

Pío. Pío. Pajaritos.

El disturbio que no cesa. Niños que no descansan. Vehículos que nunca se detienen. Mañanas que no hallan fin si no desnudan el ocaso en pos de una nueva alborada. Muerte en la carne. Cirrosis en las circunvoluciones varadas de un espíritu hueco. Desconcierto en los compartimentos viciados del alma. Bebo, luego insisto. Afónico de cantar Camilo Sexto. Me repito. Palimsesto. Del sentido trágico de la bebida. Destierro hepático. Tártaro en vida. Deceso de frenopático. Objetor de cogorza. A beber que son dos días.

A veces siento un pinchazo. No me doy por aturdido. Pero no en la conciencia ni en el alma, sino en el costado. Si es el derecho, estás jodido porque es del hígado. Si es en el izquierdo como en mi caso peor, porque ahí está el páncreas, y eso no se opera. Es el laboratorio del cuerpo. Si falla, cuando te quieres dar cuenta estás en una urna y te esparcen al viento. Con un poco de suerte puedes meterte en los ojos de algún peatón desprevenido, si es que aspiras a trascender un poco después de muerto. Cuando te quieres dar cuenta, ya no te das cuenta. Al final, hagas lo que hagas estás jodido. Estupendo.

Resto y sigo.

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