miércoles, 14 de diciembre de 2011

Arpegio de peces extraños





Pasó hace unas diez horas.

Salimos precipitadamente hacia el hospital porque papá estaba siendo reanimado de un paro cardiaco. Mi hermana iba en el coche conmigo, muda, pálida, sacudida como el margen de una orilla por el tumulto de una estampida. Le pregunté si podía poner una canción de Radiohead. "Arpegio de Peces Extraños" comenzó a sonar y, por primera vez, aquella música no escapó de mí. Cada sonido latía con fuerza en mi mente. Las letras parecían querer decir lo que mi padre no pudo: "Es cierto, todo el mundo se marcha, si tiene la oportunidad".

Cuando alguien cercano nos deja, tenemos que confrontar nuestra propia mortalidad. Tenemos que asomarnos al vacío.

Mientras, esperamos aquí, mirando el granizo de los hechos golpear a la vida, deformarla poco a poco, erosionando los corazones hasta el día en que el amor sea lo único que nos quede.

Finalmente, papá no lo hizo. No se fue. Supongo que en lugar de eso, resistió la caída, cogió impulso golpeando el fondo y escapó.

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