miércoles, 14 de diciembre de 2011

Algunos poemas de Philip Larkin






Pesada de flores, la cabeza

Pesada de flores, la cabeza
Para siempre en torno a una cama sin tormentas
Manos que el corazón podría gobernar
Estarán al final por oscuras manos compuestas
Cada sentido regocijado
Disperso hasta el silencio
El sol lo arrastra lejos.


Y todos nuestros recuerdos espléndidos
Escapan lejos de la inquietud de la estación
Para recostarse sobre la faz de la tierra
Que le diera nacimiento.
Como manzanas caídas, han perdido
Su dulzura al golpearse,
Y luego marchitan.


Si las manos pudiesen liberarte, corazón


Si las manos pudiesen liberarte corazón
¿Adónde volarías?
¿Lejos, lejos de todo, de toda parte
Terrestre bajo el cielo correntoso
Te volverías desolado? ¿O cruzarías
Ciudades y montañas y mares
Si las manos pudiesen liberarte?


Yo no erraría mi juicio
Mientras pudiera correr
A través de campos y socavados valles, tomar
Todas las bellezas bajo el sol
Aún en definitiva pérdida:
No encontraría ni una cama, ni un brazo tendido
Donde descansar mi cabeza.


Esta es la primera cosa



Esta es la primera cosa
que yo he entendido:
el tiempo es el eco de un hacha
en el interior de la madera


Si la pena pudiera quemarse


Si la pena pudiera quemarse
Como sumergido carbón
El corazón descansaría sosegado,
El alma desalquilada
Sería aún cual un velo;
Pero he mirado toda la noche


El fuego crecer en silencio,
La gris ceniza deshacerse:
Y avivo la obstinada piedra
Que las llamas han dejado,
Y la pena se aviva, y el sordo
Corazón queda sin fuerzas.


El Barco del Norte

He visto tres barcos navegar,
Sobre el mar, el mar que eleva,
Y el viento se alzó en el cielo de la mañana,
Y uno fue preparado para el más largo viaje.


El primer barco navegó hacia el oeste,
Sobre el mar, el correntoso mar,
Y poseído por el viento
Fue llevado hacia un rico país.


El segundo navegó hacia el este,
Sobre el mar, el falso mar,
Y el viento como a una bestia le dio caza
Para anclarlo en cautiverio.


El tercer barco viró hacia el norte
Sobre el mar, el tenebroso mar,
Pero ningún viento se adelantó
Y en su cubierta solo brillaba la escarcha.


El cielo del norte creció alto y negro
Sobre el orgulloso y estéril mar,
Del este y del oeste ambos barcos regresaron
Feliz o infelizmente:


Pero el tercer barco viajó a lo largo y lo ancho
Del mar, dentro del implacable mar
Bajo una estrella vertiente de fuego,
Y había sido preparado para el más largo viaje.




Adivinadora

Harás un largo viaje
en una extraña cama tomarás descanso,
y una muchacha morena te besará
suavemente como el pecho de un ave
que al atardecer desciende a cubrir su nido.


Ella cubrirá tu boca
Y evitará que su memoria sorprendida
Exclame, al inclinarse su rostro,
Es el mismo, quien murió hace ya mucho tiempo
Bajo un nombre distinto.


Ignorancia

Extraño no saber nada, nunca estar seguro
De qué es verdad o correcto o real,
Pero forzado a calificar o siento que
O Bueno, parece
Alguien debe saber.


Es extraño ignorar la forma en que las cosas funcionan
Sus habilidades para encontrar lo que ellos necesitan,
Su sentido de la forma, la puntual semilla esparcida
Y la voluntad de cambio;
Sí, es extraño,


Incluso usar ese conocimiento - para nuestra carne
Que nos rodea con nuestras propias decisiones-
Y todavía gastar toda nuestra vida en imprecisiones,
Por ello que cuando comenzamos a morir
No tenemos idea del porqué.


Esperando el desayuno, mientras ella peina su cabellera


Esperando el desayuno, mientras ella peina su cabellera,
Dí una mirada al estacionamiento vacío del hotel
Alguna vez pensado para micros. El empedrado estaba húmedo
Pero no reflejaba luz hacia el cargado cielo
Hundido de nieblas hasta los techos.
Desagotes y chimeneas trepaban
Por encima de las habitaciones quemando sus luces eléctricas:
Pensé: mañana sin rasgos, noche sin rasgos.


Equívoco: por qué las piedras dormían, y la niebla
Vagaba absuelta después de todo cuanto rodeaba
Aún meciendose como un detenido aliento; las luces la quemaban,
Como espuelas de una excitación ininterrumpida; del otro lado del vidrio
El frasco descolorido del día se derramaba dolorosamente
Mi mundo de vuelta después de un año, mi perdido perdido mundo
Como un reno extraviado pastando ante mi camino otra vez
Alerta ante la menor garra de la mente. Me volví, la besé,
Es fácil a la pura alegría revertir el balance por el amor.


Pero, una frágil visita, en barbecho,
Como un reno, como un campo aún salvaje y no forzado,
¿Cómo me tendrías? Hacia tu gracia
Mis promesas se encuentran y se cierran y corren como ríos
Pero sólo cuando quieras. ¿ Acaso estás celosa de ella ?
¿ Te negarías a verme hasta que yo la haya expulsado a ella
Terriblemente fuera de mí, con su viva importancia
En parte inválida, en parte bebé, en parte santa ?




Llévese uno para los chicos




Sobre una escasa paja artificial, iluminados entre paredes de vidrio
Acurrucados contra los sucios y vacíos comederos, ellos duermen:
Sin oscuridad, sin madre, sin tierra, sin pasto –
Má, llevemos uno a casa, nosotros lo cuidamos.


Juguetes vivientes toda una novedad,
Pero enseguida se desgastan.
Tomá la caja de zapatos, Tomá la pala –
Mami, ahora estamos jugando a los funerales.





Aquí


Desviando hacia el este, desde ricas sombras industriales
Toda la noche el tránsito hacia el norte; desviando a través de los campos
Demasiado gastados y llenos de cardos como para llamarlos praderas,
Y aquí y allá los ásperos lomos de burro, protegen
Trabajadores al amanecer, desviando hacia la soledad
De cielos y cuervos, parvas, liebres y faisanes,
Y ensanchando su lenta presencia el río,
Las amontonadas nubes de oro, la brillante marca de la gaviota en el barro,


Reúnen la sorpresa de un gran poblado:
Aquí capillas y estatuas, agujas de campanarios y ascensores de andamios
Junto a calles donde hay cereales desparramados, amarraderos repletos de barcas
Y residentes de sombríos complejos de edificios, que han bajado
Las muertas y derechas millas robandose un carrito de supermercado,
Empujando a través de puertas vidriadas que se abren ante sus deseos
Trajes baratos, rojos utensillos de cocina, zapatos filosos, palitos helados,
Batidoras eléctricas, tostadoras, lavarropas, secadores


Una multitud a precio rebajado, urbanamente simple, establecida
Donde solo vendedores y familiares vienen
Hasta un terminal y maloliente olor a pescado
Congregación de embarcadas calles, el museo de la esclavitud
Locales de tatuajes, consulados, sufridas amas de casa, con sus cabezas envueltas en la bufanda
Que en las afueras tienen sus cercos a medio construir con créditos ya pagados
Sombras rápidas en campos de trigo, corriendo altas como hileras de arbustivas
Aislados villajes, donde las vidas son removidas


La soledad nos clarifica. Aquí el silencio permanece
Como el calor. Aquí las hojas se engrosan sin aprecio
Las hierbas florecen escondidas, las aguas rechazadas corren raudas,
El aire luminoso del gentío asciende
Y más allá de los campos donde surgen las amápolas, un azulina distancia neutral
La tierra termina de súbito sobre una playa
De cuerpos y canto rodado. Aquí no está cercada la existencia:
Está de cara al sol, parca, fuera de alcance




Los Arboles


A los árboles les están viniendo las hojas
Como algo no del todo dicho;
Los brotes recientes aliviados se ensanchan
Su verdor es una especie de queja


¿ Es que ellos vuelven a nacer, mientras nosotros
Solo nos ponemos viejos? No, ellos mueren también
El secreto de lucir nuevo año tras año
Está escrito en los anillos de las vetas.


Y sin embargo los incansables castillos
Desgranan su madura robustez cada Mayo
El pasado año está muerto, parecen decir,
Empieza, empieza, empieza tú también de nuevo.



La cortadora de césped

La cortadora se detuvo ya un par de veces, al arrodillarme encuentro
Un zorrino acurrucado frente a las cuchillas
Ya muerto. Había hecho en el pasto alto su refugio.


Recuerdo haberlo visto antes, inclusive le dí de comer una vez.
Ahora yo había injuriado su mundo ignoto
No había reparación. En nada iba a ayudar su entierro:


La mañana siguiente yo me levantaría y él ya no.
El primer día después de una muerte, la nueva ausencia
Es siempre la misma, debemos tener cuidado


De cada uno de nosotros y los otros, debemos ser buenos
Mientras todavía haya tiempo.





Los jugadores de cartas


Jan van Hogspeuw tambaleandose llega hasta la puerta
Y mea en la tiniebla. La lluvia afuera
Llena las huellas de las carretas y desciende por el barroso camino
Adentro, Dirk Dogstoerd se sirve un trago más,
Y con una tenaza sujeta una braza, enciende su pipa,
Eructa humo. El viejo Prijck ronca tempestuoso,
Su cara cadavérica se ilumina; alguien detrás toma cerveza
Y abre mejillones, gruñendo fragmentos de canciones
De amor a los jamones colgados de la viga.
Dirk baraja las cartas. Arboles centenarios, húmedos
Pesados, se baten bajo el sitio de la bóveda sin estrelllas
Sobre esta cueva encendida de quinqués, donde Jan se incorpora, pedorrea
Arroja un escupitazo a las llamas, lanza la reina de corazones.

¡ Lluvia, viento y fuego ! ¡ La secreta paz bestial !


Philip Larkin (1922, Coventry / Londres, 1985, Inglaterra)

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