jueves, 17 de noviembre de 2011

Existe una alternativa a la masturbación, pero habla demasiado







No me gusta esa chica. Tiene nariz de cocainómana. Así, con las aletas de la nariz muy ensanchadas. Como pequeños cráteres. Me da repelús.

La otra no está mal pero es rumana o estonia o de no sé dónde. Señoritas que se quieren casar por los papeles.

Hay una sudamericana bastante guapa. Chiquitita. Tiene novio pero está abierta a conocer gente. Nunca se sabe. El problema es que cada vez que leo las cosas que pone en su perfil, un escalofrío me recorre el perímetro escrotal. Ella es ultra católica y da gracias a su "diosito del alma" todos los días por ser tan bueno con ella. Da gracias por tener unos amigos tan geniales. Por tener una familia tan unida y santa. Por tener trabajo. Joder. Tira para atrás. Me pregunto si cuando su novio se cuaja en el sofá viendo la peli del viernes noche, le da gracias por ese hedor a putrefacto tan generoso y duradero.

Así pierdo yo el tiempo. Eso cuando no me quedo atocinado, vislumbrando el infinito en las pelotillas de la alfombra o la trascendentalidad del amasijo de pelos atascados en el sumidero de la ducha.

No somos nada. Y vamos a menos.

Creo que no encontraré al amor de mi vida en las páginas de contactos. Tampoco en las redes sociales. Me voy dando cuenta al ir acumulando fracasos y sinsabores. Creo que no encontraré el amor, a secas.

El amor verdadero parece un slogan edulcorado, una hábil manipulación comercial de algo infinitamente más burdo, más sumido en claroscuros, orquestada por los que manejan el cotarro para tenernos controlados. Para llevarnos por el buen camino. Para activar el ciclo económico. Para que gastemos en ropa con la que resultar atractivos al amor. Para que llenemos los bares intentando ligar. Las peluquerías, los centros de belleza, los gimnasios.

Hoy la imagen lo es todo. ¿Por qué va a ser si no es para gustar? Gustar al sexo opuesto. Al coincidente. Al vecino que parece sacado de un anuncio de Gillette. A esa chica tan guapa, todas las mañanas en el metro. A la jefa o jefe. A los compradores de puerta fría. A los amigos de él, a los amigos de ella. A los suegros. A tus amigos.

Pero la realidad nunca supera las expectativas. Es la falta de amor la que llena los bares.

Si depurara todo lo malo que ha salido de mis relaciones, no sé qué me quedaría. Un gurruño de pelos atascados en el sumidero del amor, supongo.

Además, tampoco he sido nunca muy apasionado. A ver si nos entendemos. Follar está bien, pero cansa. Y no lo es todo. Hay otras variables a tener en cuenta. Una mujer nunca es sólo una vagina. También está la persona adherida a la vagina. Eso está estupendo si te gusta la mujer. Si no es así, todo se complica mucho. Soportarse, me refiero. ¿Cómo decirlo no demasiado prosaicamente? Me cuesta. No sé.

Digamos que existe una alternativa a la masturbación, pero habla demasiado.

No está tan mal, después de todo. Lo de la soledad. Lo del olvido. Acabas comprendiendo que es un mecanismo de evasión. Una cura de humildad de nosotros mismos. Un necesario reiniciar del disco duro, cuando está jodido. Y es una cuestión de tiempo. Periodos cíclicos y vuelve a estar jodido. Nunca falla. Formateas todo, de nuevo la cosa fluye naturalmente, y cuando te estabas confiando, cuando ya planificabas horizontes idílicos, te han vuelto a entrar virus y troyanos en el sistema operativo de la felicidad.

Acabas comprendiendo muy bien el cinismo triste de los vencidos. La poderosa estética del perdedor, el sabor a licor amargo en el paladar del fracaso.

Todos somos pobres diablos que se debaten en el proceloso mar del destino, aunque a veces podamos ser afortunados inquilinos estacionales en el edén de la providencia.

"Eden". ¡Qué canción más bonita de Hooverphonics! Busco el mp3 y escucho la canción desmadejando el pesimista ovillo de mis pensamientos. A fin de cuentas, de poco sirve teorizar cuando el estigma del amor futurible llama a tu puerta.

Seguimos apostándolo todo en la ruleta sentimental, arriesgando en cada mano, como energúmenos. No sé si será por esperanza, por costumbre, por necesidad o por endocultura.

Tal vez sea porque nos aburrimos.

Poco importa.

1 comentario:

  1. Creo que lo mejor es que te retires de este mundo engañoso a vivir una vida trascendente y plena entre los muros de un convento. A ser posible de monjas, que siendo el único gallo del gallinero seguro que algo caerá.

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