martes, 5 de abril de 2011

Esperar a que salga el sol

(¡Dadle al play antes, tunantes!)



Hay como arena. Arena fina en mis manos. Cuando mamá viene a buscarme. Me las froto con el baby y así me las limpio. Las niñas juegan a algo con eso. Sacan la arena fina de entre las piedras. Luego las guardan en montoncitos. También cogen un trozo de albal y lo alisan despacito, con cuidado. Cuando terminan parece nuevo, como si nunca se hubiese arrugado. Pero yo no hago nada de eso. Las niñas se divierten con cosas raras. Yo corro. Juego. A veces me enfado. Me pego con otros niños si se lo merecen o si me molestan. A veces hay globos de colores y es divertido. Los llenamos. Nos los tiramos. En verano es mejor porque no da tanto frío si te explota un globo encima. Pintamos cosas con las ceras. Como no huelen a nada y no se puede saber a qué saben, un día me comí un trozo, pero estaban malas. Las gomas Milán también sabían malas, pero huelen tan bien que dan ganas de comérselas aunque ya sepas que no te van a saber bien. Y esas cosas hacemos. Los niños.

A veces levantamos la falda a las niñas que se dejan o solo se ponen rojas pero no te intentan pegar. No sé. Nos divertimos lo más que podemos haciendo lo que sea en cada momento. Lo mismo que harán los mayores, me supongo yo, ¿no? Sino no se juntarían, no tendrían casas ni familias. Digo yo que la gente hará las cosas por algo. Para eso servirá ser mayor, ¿no? Haces tiempo para saber mejor lo que quieres y luego lo haces. Tener la vida que quieras después de aprender qué quieres en la vida. Aunque luego los mayores no parecen muy felices ni divertidos. Lo mismo no escogieron bien. A lo mejor no saben bien lo que quieren. A lo mejor se cambia de opinión. A lo mejor no es tan sencillo ser mayor. Vete tú a saber. Si yo me hiciera mayor, creo que no me pensaría tanto las cosas. Me pasaría el tiempo jugando. Así podría estar seguro de aprovechar el tiempo. Me divertiría en cada momento. Yo creo que la vida se trata más de eso que de lo otro. Sino para qué. ¿No?

A veces también es primavera. Es divertido porque en primavera hay muchos más bichos con los que jugar y a los que quitarles las patas o las alas. Y están las orugas, que son asquerosas y si las tocas se te irrita todo, pero se puede jugar con ellas con un palo. O espachurrarlas porque son malas y pican. También es mejor porque empieza a hacer calor y molesta menos lo de los globos. O caerse. Cuando hace mucho frío caerse duele más. Si te das en cualquier sitio con la mano fría y sin guantes duele muchísimo más. Como si fuera un trozo de ti congelado que se te puede caer con el golpe.

El colegio me gusta. No como a otros niños, que se quejan por todo. Juegas y estás con tus amigos. Están las clases, vale. Tienes que leer y hacer deberes pero los haces en casa. En el cole siempre pasan cosas nuevas. En casa es peor. En casa es mejor que no pase nada. Oscar es un niño quejica. Un llorón. Intentó escalar un árbol del patio y se cayó. Se cortó en la cabeza y al ver la sangre se asustó y lloró mucho. Siguió llorando en la enfermería y bastante rato después, ¡qué pesado! Hasta que le dieron un caramelo y entonces se calló. No le dolería tanto, digo yo. Hasta mamá es más valiente que ese niño idiota. Papá tiene problemas, porque está enfermo de bebida. Necesita ayuda, pero no se la dan bien. Grita y se siente un inútil. A veces, cuando papá llega tarde a casa después de estar en el bar se enfada con mamá y no se puede controlar. Mamá le grita, pero lo hace por su bien, como cuando me grita por portarme mal. Le grita para que aprenda, como a mí. Bueno, pues a mamá yo la he visto aguantar puñetazos fuertes en la cara sin soltar ni una lágrima. Casi ni hace ruido. Porque mamá es muy valiente. No como ese Oscar tonto y consentido. Yo también he aprendido a ser valiente y cuando pasan cosas malas en casa ya nunca lloro. Al principio sí porque me asustaba. Pero ya no. Ahora me digo que qué se le va a hacer. Cierro los ojos fuerte y me tapo los oídos. Supongo que es como todas las cosas malas. A nadie le gusta estar andando por la calle y que le pille una tormenta que le ponga perdido, ¿verdad? Pero las cosas malas pasan y a veces no se puede hacer nada. Lo bueno es que todo se acaba terminando y después sale el sol, aunque hasta hace un rato el día estuviera hecho un asco y yo creo que la vida es un poco eso.

Esperar a que salga el sol.

Es muy curioso eso de que en la vida todo se acabe terminando, ¿no? Para unas cosas es bueno pero para otras es raro. Cuando pasa algo malo, como que haya tormenta, es bueno que se termine porque podrías ponerte enfermo (además no te dejan bajar a jugar al parque). Pero cuando es algo bueno lo que se termina te da rabia que se acabe y no se entiende. Como el verano, por ejemplo, que se pasa volando porque te diviertes mucho. Da rabia que se termine, ¿verdad? ¿A quién se le ocurrió que las cosas tuvieran que ser así? ¡Es de locos! ¡Qué mal pensado está el mundo! Pero estas cosas, las buenas y las malas, las tormentas, el verano, o el frío o comerse un gofre calentito, son cosas que aunque se terminan, pueden volver a pasar. Cuando es raro es cuando lo que se termina ya no puede volver a pasar. Eso no se entiende. Es como cuando le pregunté a mi abuelo Jesús por qué la abuela ya no estaba con nosotros. Él me contestó que de donde se había ido la abuela ya no se vuelve más. Que es triste pero las cosas son así. ¡Qué cosa más rara! Entonces, ¿para qué irse? Pues porque al final nos tenemos que ir todos, me dijo el abuelo. ¡Nos tenemos que ir todos, me dice! ¡Y se queda tan pancho! ¿Y a quién se le ocurrió que todo esto solo fuera para un rato? ¡Qué desastre de plan! Pues sigo sin entenderlo. Si estamos en el mundo, pues estamos. Y si tenemos que irnos todos, ¡pues no sería mejor no haber venido y así nos ahorramos un viaje! Además, ¿cuál es ese otro sitio al que tenemos que ir todos? ¿Por qué no haber empezado estando todos allí desde el principio? Cuando le pregunto al abuelo todas estas cosas me mira con los ojos muy abiertos como si estuviera loco o algo. Y no sabe qué decirme. A lo mejor el loco es él por no haberse hecho las mismas preguntas o por no saber ya las respuestas, con la de tiempo que ha tenido, si es tan viejo, ¿no? Porque si yo tan pequeño puedo pensar estas cosas, a él ya le podría haber dado tiempo a enterarse o si no, a preguntarle a alguien más listo para saber, por lo menos, cuál es ese sitio al que vamos todos. Pero el abuelo es un listillo. Se hace el sordo y me cambia de tema. Y claro, así cualquiera acaba cansado de preguntar.

Aún así yo quiero mucho al abuelito Jesús porque me cuida mucho y me saca de paseo y me trae cacahuetes en una bolsa de papel, que me encantan. Si alguno está duro y me cuesta partirlo, se lo doy y me lo abre. Y cuando llega la primavera, me lleva el domingo con la cometa y me enseña, aunque todavía soy muy patoso porque soy pequeño y no se me da bien. Pero ya aprenderé. El abuelo Jesús es muy besucón y esa se supone que es una cosa buena pero como sus dientes son de mentira, pues no controla bien su saliva y a veces, al besarte, te moja. Es un poco baboso, pero no lo hace con mala intención y cuando te pellizca el moflete lo hace flojito, así como sin hacerlo y eso es porque es bueno y porque me quiere un montón, supongo yo que como quería a la abuela. Por eso la recuerda mucho y a veces se le mojan los ojos cuando hablamos de ella o se queda muy callado, como esperándola en sus recuerdos. Pero me supongo yo que ella no viene. Porque se tuvo que marchar al sitio ese del que ya no volvemos ninguno. Y es un fastidio, porque no se puede elegir si estar aquí o en el otro sitio. Hay que esperar. Cuando nos toca, nos toca. Así que yo al abuelo le digo que no se ponga triste y que no hay que preocuparse porque, aunque ahora la echa de menos, algún día se reunirán y que seguro que el otro sitio también tendrá cosas buenas y malas y que a veces eso es bueno y otras es raro. Y a él le pasa que al irse la abuela antes de tiempo, pues claro, le ha tocado que sea raro. ¡No va a ser bueno! Por eso se siente así. Pero yo le digo que no se desanime, que ahora está teniendo un poquito de tormenta, y que es normal ponerse perdido. Que a veces no se puede hacer nada. Hay que ser pacientes. Porque lo bueno es que todo se acaba terminando, y también lo malo, así que yo creo que la vida consiste un poco en eso.

En esperar a que salga el sol.

¿No os parece?

3 comentarios:

  1. Todo consiste en esperar a que salga el sol, hasta que un día deja de salir

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  2. no deja de salir. dejamos de estar presentes nosotros para verlo...

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  3. A las 5 de la mañana, sin poder dormir, me tropiezo y me caigo con este hermoso cuento. Salud.

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