jueves, 4 de noviembre de 2010

Novembre toute l'annee



(¡Uy esta qué fermosa! ¡Los pezones pa rallar chopped!)



Llegó a la habitación, le dieron el pijama azul celeste y se sentó abatido en la silla. Nadie fue a verle. Dormía, comía, paseaba por los pasillos y se sometía pacientemente a una tristeza que le iba devorando el alma.

La clepsidra del tiempo, que siempre creyó infinito, oprimía su psique como el cordel ase el vientre de la peonza. Tantas veces se había dicho ya lo haré. Más adelante. No tengo previsto morirme a corto plazo.

Albergamos la ilusión de un cierto control. Espejismo de poder sobre algo. Pero somos marionetas bajo cuerda de un prestidigitador caprichoso e inconstante. Somos guardianes de nuestra fragilidad; orfebres de nuestra inconsistencia. Custodios de una degradación que no cesa. Testigos de un atardecer infinito con final fundido en negro.

Una enfermera le traía la bandeja del desayuno. Un rato después se la llevaba. Cómo se encuentra hoy, le preguntaba. Termíneselo todo, no me haga enfadar. Y no decaiga, que la presencia de ánimo es lo más importante. ¡No hay que venirse abajo! ¡De todo se sale! Agradeció el carácter enérgico de la mujer. Reconfortaba. De todos modos, resulta más fácil ser valeroso viendo los duelos tras la barrera, se dijo.

Novembre toute l'annee. Mirada perdida a través de la ventana. Partículas de soledad anegando la melancolía hueca que habita el corazón de los viandantes. Discurren de un lugar a otro. Siempre con prisa. Siempre abotargados. Aturdidos por la inmediatez descarnada. Perpetuamente de camino hacia algún sitio que no puede esperar. Invariablemente atareados. Sin advertir que mientras, la vida no se detiene.

Éste es el primer día del resto de tu vida. Ya se sabe. Esa frase es cierta todos los días menos uno. El día que te mueres. Él, que tantas veces había intuido a la muerte, ahora la esperaba. Ésta absurda vida como una larga lista de espera del no porvenir.

A media tarde, un pájaro se posó en el alféizar, junto a él, alentando de algún modo algo en lo que ya no podría creer. Coches veloces a través de las autovías del silencio. Dans la Merco Benz c´est de l´espoir que je caresse.

Un nuevo pálpito en el costado. Mucho más doloroso que cualquiera de los anteriores. Todos somos condenados a muerte esperando la ejecución de nuestra sentencia en el corredor de la vida.

Se supo acabado antes de empezar. La vida. Esta gran cárcel con las puertas abiertas. Se despidió de sí mismo, sabiendo que moriría solo. No importa cuánto humor, cuánto sarcasmo, cuánta burla de nosotros mismos podamos albergar: llaves para jaulas sin candado. Al llegar el fin, la muerte siempre nos deja el corazón destrozado.

Desbandada.

2 comentarios:

  1. Qué canción más bonita, tu texto me ha gustado, se acompañan bien, esa soledad y tienes frases que son para darles vueltas, “la clepsidra del tiempo, que siempre creyó infinito, oprimía su psique como el cordel ase el vientre de la peonza”, “partículas de soledad anegando la melancolía hueca que habita el corazón de los viandantes”… alta poesía y de nuevo el miedo, la crudeza de la vida.

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  2. Demasiado triste para mi gusto, prefiero tus monólogos etílicos... regálame uno...

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