miércoles, 27 de junio de 2012

Callar

De mi afición a callar proviene el desagrado que me causan las personas -se cuentan por millares- que sin tener nada que decir, siempre están hablando. Esto me apartó de las “peñas de café”, con ínfulas de cátedra, a donde acuden los artistas jóvenes ganosos de renombre, y me impidió buscar el favor de la crítica. Aunque enamorado de la gloria, nunca concurrí a ningún certamen, ni pensé jamás en alcanzar el Premio Nobel, ni solicité el honor de figurar en las Enciclopedias. Retraimiento que no achaco a timidez, ni a orgullo, sino al intocabe respeto que me debo a mí mismo.

Eduardo Zamacois, 1964

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