Miro a los hombres con traje correr
de un pasillo a otro, siempre con prisa,
siempre apurando los costes de beneficio
la magnitud de su tiempo útil
de ejercicio laboral.
Sus vidas ajetreadas.
Sus agendas expansivas
como mierdas escachadas,
como el corazón de sus mujeres
despedazado por el tedio,
Por la ausencia codiciosa de un subhumano
que corre como pollo sin cabeza,
sin saber a donde,
donde dicte el trabajo.
Y también el resto de carcasas,
cuerpos sin almas
ojeras profundas como océanos,
halitosis matriz de desencanto:
necesito el salario.
El corazón gris del oficinista
que se pudre en el calendario.
Gris triste, gris huero
Como sueño de presidiario.
Y también al margen
unos cuantos
que sin saber lo que buscamos
lo perdemos mientras tanto.
Yo me alineo con los cazadores de cuero,
los hombres del tiempo cuando predicen
una rugosidad variable
en el encallecido presente inmediato
nigromante nubarrón melancólico
desmadejado.
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